POLICIAL ARGENTINO: 26º CONCURSO LITERARIO DE CUENTO BREVE- ROTARY CLUB LA FALDA- PRIMER PREMIO: "SIMBOLISMO DE MITRE" DE NICOLÁS HEREDIA

domingo, 30 de septiembre de 2018

26º CONCURSO LITERARIO DE CUENTO BREVE- ROTARY CLUB LA FALDA- PRIMER PREMIO: "SIMBOLISMO DE MITRE" DE NICOLÁS HEREDIA

Anoche se llevó a cabo la ceremonia de premiación del 26º Concurso Literario de Cuento Breve. El jurado estuvo compuesto por : la escritora Cristina Loza, la profesora Marta Groube, la profesora María Luisa Gisbert, la profesora y escritora Elvira Uva, la profesora y poeta Carolina Contino, la Directora de Cultura de la Municipalidad de La Falda, Alicia Auferil, y la escritora Mónica Sacco.

Hoy nos complace publicar el cuento ganador del 1º premio:"SIMBOLISMO DE MITRE", de Nicolás Demaría. Disfruten.

SIMBOLISMO DE MITRE

 El 1 de junio entré al cuarto de herramientas en la casa de mi abuelo. El cuarto había permanecido cerrado desde el año 2001, cuando la memoria de mi abuelo falló definitivamente. Crucé el patio con la llave vieja en la mano caminando distraídamente. Forcejeé un poco con la cerradura. Tanteando con la mano derecha pude encontrar el interruptor de luz. Cuando prendí, vi que la habitación estaba llena de billetes. De pared a pared y de piso a techo todo lo que se veía eran billetes. Me quede parado no sé cuánto tiempo, el tiempo suficiente para que se me zafara lo tonto de adentro. Estiré la mano y agarré unos papeles ¡Eran todos billetes de dos pesos! Mi cabeza no elaboraba teoría suficiente para explicar tan absurdo descubrimiento. Una vez superado el asombro, la pregunta era: ¿cuánto dinero había ahí dentro? Me bastaron unos minutos para darme cuenta lo cansador que era contar ese dinero. Inmediatamente me di cuenta de un segundo problema, este muchísimo más grave que el anterior: los billetes de dos pesos habían dejado de existir. A nadie pareció importarle que sacaran de circulación el billete de dos pesos. Poco a poco las personas dejaron de gastarlo, sin darse cuenta de que ya no lo tenían en la billetera. No había razón, realmente, para que a alguien le importara. Las compras de supermercado podrían redondearse de doscientos treinta y tres pesos a doscientos treinta y cinco y no existía mayor diferencia. Eso sí, el tema del pan era otra historia. Pasar de cobrar ocho pesos el kilo de pan, a diez pesos, era algo que no podía ser permitido. Así se volvió práctica común recibir el vuelto en algún otro producto que se vendiera en el local. En la panadería lo que antes eran dos pesos ahora equivalía a un chipá, en la dietética te daban semillas de girasol y si ibas a la ferretería a comprar enduído plástico, te llevabas dos arandelas. “No señor, debido a lo dispuesto por el Banco Central no es posible que recibamos billetes de denominación peso dos después del 30 de mayo del año 2018. Hoy es 2 de junio señor, se le pasó el día”. Había decidido llevar un fajo de billetes al banco para intentar que los cambiaran, pero no hubo caso. No supe qué hacer con ese montón de papel. Los billetes permanecieron unos días bajo llave en el cuarto de herramientas. De alguna extraña forma, la noticia circuló rápidamente de boca en boca por todos los conocidos de la comunidad. Al finalizar el 3 de junio, el descubrimiento agravado por el desafortunado momento en el que decidió salir a la luz, se viralizó volviéndose un chiste internacional. Lo poco probable del asunto lo hacía muy atractivo para ser comentado entre amigos; en todos los medios de comunicación se dedicaba una innecesaria cantidad de tiempo a contar chistes sobre el asunto. Finalmente, la solución se presentó sola. El lunes por la mañana se acercó Miguel, el dueño del maxikiosco de la esquina, para informarme que la comisión de maxikioskeros del municipio había celebrado sesiones extraordinarias la noche anterior. Llegó a comentarme que el debate duró varias horas, que los maxiquioscos tenían el problema de los empleados consumiendo a escondidas lo que antes se almacenaba como un ingreso, que con los billetes de dos pesos estaban mejor. Al final me comentó que se había resuelto adquirir los billetes de primera mano para usarlos como producto de intercambio. Me ofrecía cambiar cinco mil pesos en billetes de dos para ser distribuidos entre los distintos maxikioscos del Municipio. Por supuesto, así lo hicimos. La reaparición en el municipio del billete de dos pesos fue recibida con suspicacia por el consumidor de alfajor de chocolate y sandwichitos de miga. La noticia de que el vuelto no iba a ser entregado en caramelo generó muchas preguntas. Finalmente, luego de una pequeña explicación, se lo adoptó y la solución pareció funcionar. El problema empezó cuando el comprador de tiras de pan se negaba a recibir el vuelto en chipá. Por alguna razón, la conveniencia del billete reintroducido hizo que pronto cualquier local del municipio que no los poseyera fuese considerado como un aventajado queriendo aprovecharse de su clientela. El consumidor exigía recibir su vuelto en el billete correspondiente. Yo, por otro lado, recibía llamados telefónicos preguntando si todavía tenía suficientes billetes como para vender algunos. El hecho llegó nuevamente a los medios de comunicación pero esta vez las declaraciones fueron de análisis sociopolítico más que de burla. A todos le sorprendía lo que estaba sucediendo en el municipio. Se hablaba de una moneda sin ninguna autoridad que la respaldase. Algunos aprovechaban para apuntar en contra de la inoperancia del gobierno nacional, llevando adelante políticas con consecuencias desastrosas para el orden público. Otros vaticinaban a favor de la desaceleración de la inflación y comentaban que el billete había hecho su reaparición dado que ahora ya era necesario nuevamente. Desde distintos centros académicos surgieron papers que explicaban lo sucedido retomando teorías marxistas y foucaultianas, enalteciendo el cambio en las relaciones de poder y los beneficios de la organización colectiva. Poco se dijo en respuesta de esos papers: solo trascendieron algunos comentarios de economistas libertarios, donde explicaban que lo ocurrido era producto del proceso natural del libre mercado, actuando consumidores y vendedores sin la intervención de instituciones gubernamentales corruptas y abusadoras. Los más habidos para el comercio comenzaron a vender mercancía de celebración. Al finalizar el 5 de junio, podían encontrarse por todo el municipio, remeras, calcomanías y gorras con el dos pesos estampado como insignia. El billete se convirtió en el nuevo símbolo de la comunidad. La trascendencia política del asunto ocasionó que el ministro aprovechará la oportunidad para proclamar al billete como la moneda oficial del ministerio, lo que agravó aún más el asunto al introducir la inconstitucionalidad del hecho en el debate público. Se decretó al 6 de junio como el día oficial de celebración al billete y se decidió organizar en el Centro Cultural del ministerio la I Jornada Internacional de billetes de dos pesos. Rápidamente aparecieron varios nombres populares entre los principales expositores. Iban a tratarse temas como “El rito y la disertación como forma de avance económico” o “La genealogía de la moneda y el simbolismo de Mitre”. Entre las distintas actividades artísticas planificadas, se practicaría serigrafía en la sala principal, donde se le agregaría al billete, del lado izquierdo, unas insignias que profesaban “República de San Vicente”. El 7 de junio entre al cuarto de herramientas de la casa de mi abuelo: ya no había más billetes y al fin pude sacar la soldadora.