POLICIAL ARGENTINO: 3 sept 2009

jueves, 3 de septiembre de 2009

La dama es policía - CAPÍTULO 32


PARÍS, X° ARRONDISSEMENT. SÁBADO POR LA MAÑANA
—Me parece muy arriesgado —aventuró el Tigre. “El jefe está tan caliente que va a hacer cagadas”, le había comentado el Cachorro en un momento en que el otro había salido.
—¿Leíste los diarios, Tigre? —murmuró el Brigadier entre dientes.
—Es un quilombo muy grande. No podemos hacer nada. Peguemos la vuelta y vayamos para África antes de que..
—¿Te cagaste? ¿Estoy rodeado de maricones?
—No, hermano, no. Pero me gusta la cabeza donde la tengo. Oíme...
—Los vamos a hacer mierda. La voy a destrozar a esa yegua, al hermano, a toda la familia.
—Pará, tenemos a la vieja. La usamos de rehén y los traemos a algún lado. Hacemos un trabajo limpio y rajamos. Pensalo.
—¡NO! ¡Quiero verlos arrastrarse!
El Yarará estaba de acuerdo, pero no era de extrañar. Cuando hay minas de por medio, aquel guacho siempre se prende.El Mula puso cara de nada, como siempre. Hijo de puta, lo único que le importa es la guita.
—No les va a alcanzar la vida para pagar— la voz se le entrecortaba por momentos, de pura rabia—. No queda nada, nadie. Hicieron saltar la banca en todas partes. ¿Quién carajo los respalda? ¿Cómo hicieron para cargarse al puto de Fiore, a Muammar, a todos los que estaban enganchados con nosotros? Están enchufando a media Humanidad. ¡Los imbéciles de acá no pudieron pararlos! ¿Y el viejo les perdona la vida? ¡Me humilló, me cargó el muerto, me está entregando atado de pies y manos! ¿Saben lo que me dijo el muy turro? Que si tu mano derecha se equivoca y peca, hay que cortarla...
Lo miraron en silencio y entonces aulló:
—¡Pelotudos! ¿Todavía no entienden? ¡Nos sentenció a todos!
Se quedó callado, evaluando las caras. Así los quiero. Mejor que empiecen a entender que sin mí no tienen salida. Que sepan que el viejo ya no me da más órdenes. No me va a sacar de en medio así como así. ¿Te pedí una oportunidad y me la negaste? Me la voy a conseguir yo solo cuando vuelva de arreglar este asuntito.
Volvió a tomar los faxes manoseados con un murmullo.
—Puta, te voy a destrozar. Cometiste un error, muñeca: descuidaste a tu propia gente por hacernos mierda. ¿Te creías intocable? ¿Tan segura estabas de que yo no te iba a encontrar primero?
Se agachó al lado de la mujer que estaba tirada en el piso, esposada y amordazada. Ella lo miró con terror.
—No entendés una mierda, ¿no? Pero sabés lo que te va a pasar... sí que sabés... y la culpa es de ella... — le mostró la foto y la mujer se ahogó con un sollozo—. Te dejó sola, vieja. Para cuando se dé cuenta de lo que pasó, va a ser tarde... —su voz era como una cuchilla—. Muy tarde.
Sintió que la excitación le trepaba por la ingle con un escalofrío. Se levantó y manoteó los papeles de arriba de la mesa.
—Así que el hermanito tiene familia— sonrió lobunamente.
—¡Estas loco! — al Cachorro no le gustaba cómo se estaban poniendo las cosas—. Ella se habrá descuidado, todo lo que vos quieras, pero no podemos meternos en la casa del tipo así como así. Es ponernos demasiado en evidencia. Pará... — el tono de voz era conciliador—.No hagamos cagadas. ¿Para qué meternos en la casa? Lo agarramos afuera. Somos cinco, no tiene oportunidad. Después, si querés, te la cargás a ella como más te guste, pero rápido, y nos vamos a Angola antes de que el viejo se avive y nos haga mierda.
El Cachorro tiene miedo. En cualquier momento nos traiciona. A éste hay que dejarlo acá también. Tienen que entender de una vez por todas que acá mando yo, carajo.
—Ustedes se van a meter en la casa y me lo van a traer a él. Sin dejar a nadie, ¿está clarito? Un laburito limpio.
el Yarará lo miró.
—Bueno, si hay tiempo, ya saben... —se miraron y asintieron. Como en las viejas épocas. —De ella me encargo yo. Mula — hizo una seña con la cabeza hacia el Cachorro, que estaba de espaldas. El Mula asintió sin hablar, mientras el Tigre y Yarará se quedaban atornillados en las sillas por la sorpresa. Les clavó los ojos a la espera de un gesto y el Tigre bajó apenas la cabeza, aceptando su decisión. Bien. El Cachorro volvió hasta la mesa con los planos, ignorante de su sentencia.
—Mula, vos te encargás del departamento de ella y de avisarme. Ustedes tres, a la casa de él. ¿Los autos?
—Ya los alquilamos. En tres lugares distintos, como vos querías.
—Entonces hoy mismo verifiquen los recorridos y los tiempos. Quiero tres Motorolas, una con la frecuencia de la cana — el Yarará dio un cabezazo seco de asentimiento. Así se cumplen las órdenes, sargento; sin discutir.
—¿Munición?
—OK.
Lo más que se le puede sacar al Mula. Mejor, quién quiere que te converse.
—¿Uniformes?
—No, eso fue imposible. No hay tiempo— el Cachorro se encogió de hombros.
Me voy a conseguir el mío de otra forma. Miró a la mujer. Ya sé cómo. Desplegó uno de los planos en silencio y buscó el lugar. Bien, nene, bien. Hoy tenés un día brillante. Ésta es la otra salida posible que tenés, y te la voy a cerrar, muñeca. No te me vas a escapar.
—¿Y vos? —preguntó el Tigre.
—Yo me encargo de esperar las contingencias. No podemos dejar ningún flanco descubierto.
—¿Y la vieja? ¿Para qué mierda la queremos, entonces?
—Nos va a servir de carnada. El plan que tengo en mente los va a hacer descuidarse más todavía, y me asegura que la contingencia sea la que yo quiero. Además, necesito ponerme en forma —se volvió hacia la mujer —.Y voy a empezar con ella.


Gran Arco de La Dèfense

PARÍS, LA DÉFENSE. SÁBADO POR LA MAÑANA
Se despertó angustiada. La misma angustia que la rondaba desde el día anterior, desde la reunión con Michelon. No. No es solamente por eso. El perfume de Marcel le hirió la memoria. Miró hacia la fotografía. ¿Te estoy traicionando? Por Dios, necesito saber. Necesito estar segura de que esto no es un reflejo de otro amor. Porque, en ese caso, los traicionaría a los dos. Pasé tanto tiempo sin querer sentir, que ahora tengo miedo de hacerlo y equivocarme.
Casi agradeció la interrupción del teléfono.
—Odette...
No. ¿Por qué tenías que llamar ahora?
—Odette...
—S-Sí. —La voz se le cortaba por momentos.
—Quiero verte.
—No.
—Por favor...
—Ahora no.
—Quiero saber por qué...
Porque tengo miedo, porque no quiero lastimarte, porque no quiero que ocupes el lugar de otro hombre sino el tuyo, único e irreemplazable, pero necesito estar segura. Pero no podía hablar.
—No puedo... Me siento mal.
—Entonces quiero acompañarte.
—Necesito estar sola.
—No me hagas esto...
—Necesito... tiempo —no pudo ocultar el sollozo —.No puedo verte ahora.
—¿De verdad estás sola?
—Siempre estoy sola.
—Entonces hablemos.
—No puedo —suplicó con un hilo de voz—. Ahora... no puedo. Dame tiempo. Te juro que... no habrá nada de mí que no sepas, pero... ahora no. Hoy, no.
—¿Cuándo?
No respondió. La garganta se le había cerrado en un nudo.
—¡Odette! ¡No me dejes hablando solo, como un loco! ¡Odette!
Ella hizo un esfuerzo por articular las palabras.
—Te amo —susurró, y del otro lado hubo un silencio terrible—, pero no sé si tengo el derecho.
Él trató de interrumpir, pero ella continuó sin darle tiempo.
—Decir lo que estoy diciendo me está costando el alma. Siento que estoy a punto de cometer la traición más grande de mi vida y no la puedo evitar. Tampoco puedo soportarlo. Dame tiempo para entender lo que me pasa.
Del otro lado Marcel también lloraba.
—Si hay otro hombre... Cristo, podemos hablar...
—Hoy no. Por favor.
Ambos hicieron un silencio muy largo.
—Yo... nunca se lo dije antes a nadie... no necesité decirlo. Nunca lo sentí de esta manera. Te amo, Odette. Si eso te sirve de algo en este momento, si significa algo, te amo.
Cerró los ojos y las lágrimas le lavaron el dolor.
—Entonces, dame el tiempo que te pido.
—Lo que quieras. Pero no me dejes fuera de tu vida.
—No podría...
—Te amo. No te olvides.
—Imposible...
—Hasta... ¿mañana? ¿Sí?
—Sí. Hasta mañana.
No pienso estar en casa mañana. No quiero que me hagas el amor y creer que puede resultar, y después comprender que era nada más que un sueño. Necesito estar segura de mi propio amor.
No quiero lastimarte.



PARIS, XVI° ARRONDISSEMENT, SÁBADO POR LA NOCHE
Auguste encendió la pantalla del estudio después de asegurarse de que el resto de la familia dormía. No quería interrupciones, ni tener que dar explicaciones por estar trabajando en casa.
No había esperado nada muy diferente de lo que había encontrado al investigar la titularidad de la propiedad. Más aún: se habría decepcionado si no hubiera resultado así. Con todo, el presentimiento agorero no lo dejó en paz.
Según los registros, el terreno pertenecía desde fines del siglo pasado a una sociedad anónima ganadera y de forestación, radicada del otro lado del Atlántico, con domicilio legal en Buenos Aires. La construcción original se había levantado hacía más de sesenta años y se habían hecho modificaciones importantes unos años después del final de la Segunda Guerra. Tan importantes que se actualizaron los registros. Durante la ocupación, los alemanes habían tratado bastante bien a todo el suburbio, y los estadounidenses, quién sabe por qué, también decidieron dejarlo en paz.
Verificó lo que él y Odette suponían: la traza de las cloacas parecía dibujada adrede para pasar por debajo del edificio.
Se había demorado un par de días en reunir vía Internet el resto de la información del Mercado de Valores de Buenos Aires. La empresa propietaria era subsidiaria de otra, más importante, que sí cotizaba en Bolsa. De allí en adelante era una sucesión de matrioshkas rusas que se abrían para dejar salir a otra muñequita, en este caso a otra empresa, de las que ya sospechaba eran nada más que fantasmas bursátiles.
La investigación no llevaba a ninguna parte; era el laberinto del Minotauro. Vueltas y más vueltas sobre sí misma, atrás y adelante, sin saber dónde estaba el monstruo. Y no tengo ni el hilo de Ariadna ni la espada de Teseo.
Nombres... ¿Dónde mierda aparecen los nombres? Pidió las composiciones de los directorios. ¿Por qué no le puse un poco más de atención al Derecho Comercial, en lugar de meterme de cabeza a penalista? Son sociedades anónimas; tienen que publicar balances, memorias y etcéteras. Nadie escapa a la burocracia de la Bolsa. Allí estaban: listas de nombres que no significaban nada. Podría haber sido arameo. Se estaba mareando con los nombres de los miembros del directorio y de las empresas y los objetos sociales. Orden, Massarino, orden. Se entretuvo en armar un árbol genealógico de empresas.
Más que un árbol, esto es un manglar. Se frotó los ojos y la cara con cansancio, y la barba crecida le raspó la mano. Miró la hora: las dos de la madrugada. Último intento y a dormir.
A ver: nada más que los cargos más altos. Bah, podrían ser títeres de otros. U otro. ¿Otro? ¿Así, en singular? Cristo.
Siguió esa línea de razonamiento y volvió a los listados de directorios. Cuántas mujeres. Todos apellidos distintos. Pero las mujeres muchas veces figuran con sus apellidos de casadas. Se me está ocurriendo algo improbable pero no imposible. ¿Altamente improbable? Por cierto que no, señoras mías. Buscó nombres de varón con apellidos concordantes con los de las mujeres. Se alternaban en los listados: donde estaba el marido no estaba la mujer, y viceversa. O padre e hija, ¿por qué no?
En un ejercicio más de distensión que de otra cosa, comparó su familia con la de su mujer. Papá no tiene hermanos, pero mamma sí: todos varones, que tuvieron más varones. Las únicas mujeres de mi generación son Odette y, bastante más tardíamente, Antonietta. Yo soy el único varón con apellido diferente, pero habrá Vittorellos por bastante tiempo, con todos mis primos dedicados a perpetuar el apellido y la especie. Ahora, Nadine. Cinco hermanas, todas sólo con hijas, menos Nadine misma; tenemos a Isabelle y a Antonin: un varón para los Massarino, ninguno para los SaintClaire. Nadie lo continúa. El apellido termina ahí.
¡Eso es! Quienquiera que sea ‘él’, tuvo nada más que hijas, que a su vez tuvieron sólo hijas. Aunque alguna haya tenido un varón, no lleva el apellido.
Las mujeres eran mayoría en los directorios. Comparó la proporción de hombres: menos de un tercio.
¿Sólo maridos? Digamos que sí. ¿Y si alguna tuvo un varón? ¿Está en algún directorio? Tendría que buscar la repetición de apellidos entre los hombres y... ¿Y si las hermanas se casaron con hermanos, o primos? Me estoy volviendo loco. A ése, si existe, no puedo encontrarlo. Pero el nombre y apellido están detrás de todo esto.
Dejó la mente en blanco y se hamacó en su sillón. La comprensión lo alcanzó lentamente, como una marea.
Quienquiera que sea ‘nombre y apellido’, debe de ser muy poderoso. Sentarse muy alto en su sociedad y en unas cuantas más. Empresas saludablemente centenarias, una dinastía dedicada exclusivamente a figurar como miembros-fantoche de directorios, fantoches de empresas matrioshkas, en beneficio de la pantalla de la operación más terrible que toda la policía francesa había soñado alguna vez con desbaratar... Y sólo encontramos la punta del iceberg. ¿Qué más hay bajo el agua?

De pronto sintió que no quería saber nada más, que no quería buscar más relaciones entre esos listados interminablemente entrelazados. Que, en alguna parte, alguien estaba apuntándole a la cabeza y había amartillado el arma. Por primera vez en su vida decidió no investigar más. Con la opresión cerrándole el pecho, borró los archivos uno tras otro y rompió los papeles que había llevado de su despacho en la Brigada, y quemó los trocitos.
Ya pensaré en algo para decirle a Odette. Ese problema quedará para mañana, o mejor, el lunes. Además, está la orden de derivar la investigación. Carajo, casi me había olvidado, con el entusiasmo de la búsqueda. En definitiva, estuve investigando de contrabando. Nadine tenía razón y Michelon me pasó la posta. Menos mal que ella iba a darle la instrucción a mi hermana. ¿Por qué las mujeres siempre me hacen estas cosas?
Mientras subía la escalera camino al dormitorio, pensó que su problema más serio era que mentía muy mal. Bien, siempre queda el recurso de la superioridad del rango. Comisario dixit.