POLICIAL ARGENTINO: 09/01/2010 - 10/01/2010

viernes, 3 de septiembre de 2010

La mano derecha del diablo - CAPÍTULO 9

PARÍS, QUAI DES ORFÉVRES, DOS DÍAS DESPUÉS




El Nene Rimbaud tenía una mirada de alarma que no condecía con la expresión sobradora con la que había cruzado la entrada al Quai. Las salas de interrogatorio de la PJ continúan surtiendo efecto en los alcahuetes, pensó Jumbo del otro lado de la mesa, mientras desplomaba su humanidad contra la pared.
— ¿Cuándo trajiste a la chica? ¿Cuánto hace que la sacaste a trabajar?
— No sé de qué me habla.
— La que encontramos hace dos noches en el XIIº. Una ilegal sin identificación.
— No sé nada de ninguna asesinada.
— ¿Y quién te dijo que la asesinaron?
El macró retorció los labios en un gesto grotesco pero no abrió la boca.
— Aclaremos algo ahora, Rimbaud. No te estamos investigando... todavía. No me ocupo de proxenetas. Quiero saber quién fue el desgraciado que le hizo eso a tu pupila y en el ambiente te conocen por tu clientela refinada. Nos hacemos la vida mutuamente fácil y me olvido que estoy delante de una basura y te dejo ir tranquilito de vuelta a casa. Si se te ocurre hacerte el vivo, vas a dar de culo al calabozo y a tus amigos no les va a ser muy fácil sacarte rápido porque el primer sospechoso es el alcahuete.
— ¿Puedo fumar?
Le ofreció un Gauloise. Después de encenderlo y pitar dos o tres veces, Rimbaud respondió.
— Tengo clientes fijos y clientes ocasionales. A los ocasionales me los recomiendan los otros y no siempre vuelven a llamar, así que... no los registro. Anoche llamó uno. A eso de las once. Quería una chica, cualquiera. Estaba esta pobrecita y se la mandé. Eso es todo lo que puedo decirle.
— ¿No le pediste el domicilio?
— Un hotel— contestó mientras fumaba sin mirarlo.
— ¿La dirección?
Sin mirarlo todavía, tomó otro del paquete y lo encendió.
— Le pasé el llamado a ella, ella arregló.
— La chica estaba vestida con ropa bastante cara.
— ¿Le gusta el SM, capitán? — se burló el Nene.
— No abuses de tu suerte, cretino.
— Digo... como sabe que es cara... Se la habrá dado el cliente. Salió vestida como de costumbre.
— ¿Y los... complementos?
— Las chicas a veces compran cositas para divertirse y entretener a la clientela.
— ¿Con quién estabas anoche?
— Con una de mis chicas.
Ante la mirada interrogadora de Jumbo, el Nene aclaró:
— Con la Turca Anouk. Anoche no salió a trabajar. Está con el período.
— Quiero hablar con ella.
— Cuando quiera.
Meyer se levantó conteniendo las ganas de partirle la jeta de un derechazo.
— Dame los datos de la "Turca". Y no se te ocurra desaparecer porque tu culo va a valer menos que un gramo de mierda.
                                                       Los pasillos del 3º piso del Quai
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Jumbo se desplomó en uno de los silloncitos ante el escritorio de Marceau.
— El hijo de puta mintió tan abiertamente que me dieron ganas de matarlo.
Le pasó la transcripción del interrogatorio y ella lo leyó a toda velocidad.
— Debe estar muy asustado: dijo un montón de incongruencias y metió la pata un par de veces —, comentó él cuando ella dejó los papeles sobre el escritorio—. Para empezar, mintió con la hora: a las once la chica ya estaba muerta.
 "Es todo lo que puedo decirle" — ella golpeó la hoja con un dedito — ¿Por qué? ¿Si dice algo más, caput?
— Y sabía lo de la ropa. Si la vio salir vestida de "civil", cómo sabe que tenía puesta ropa de cuero SM?
— ¿Y los "complementos"? Qué delicadeza, Meyer.
— En una de esas no miente en eso.
—Es posible. Nuestro Rimbaud tiene clientes y padrinos pesados. Los padrinos, ya sabemos — Marceau torció la boca con disgusto— ¿Los clientes? Éste está protegiendo a alguien muy gordo si mintió tan alevosamente. Y está muy asustado justamente por eso.
— Voy a citar a esa Turca.

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                                                         Anouk- Sulamit Chenayeb
— No entiendo por qué no me dejan ir...— la mujer estaba muy nerviosa.
— Quiero hacerle unas preguntas sobre su compañera— Jumbo empezó a juntar paciencia.
— Oiga, no tengo una puta mierda más que decirle y mientras estoy acá adentro, pierdo plata, ¿entiende? Yo trabajo en forma independiente — le escupió sarcástica—. El Estado no me paga el sueldo como a Uds. los canas. Yo no me puedo adherir a ningún paro porque no como.
La miró sin hablar: la mujer estaba tratando de parecer más vulgar de lo que era. Ella se quedó en silencio, mirándose las manos. A primer golpe de vista, el parecido era notable. Un poco más alta, pensó Jumbo mientras le miraba las muñecas. Contextura un poco más fuerte.
— Por favor, póngase de pie, vaya hasta la pared y vuelva.
— ¿Qué, quiere que desfile? ¿O está pensando en hacer uso del servicio? — lo desafió.
— No pienso usar nada de Ud. Qué carácter de mierda.
Ella se encogió de hombros desdeñosa.
— Por favor — insistió Meyer e hizo un ademán con la mano.
La mujer se levantó con renuencia y caminó como le había pedido. Buena cintura, buenas piernas, tobillos finos. Con un poco de cuidado, podría ser una puta con clase.
—¿Me puedo sentar? — le interrumpió el hilo de los pensamientos y él asintió. La sensación de incomodidad no lo abandonaba. Carajo, no es posible.
— ¿cuánto hace que trabaja para Rimbaud?
— Cuatro años.
— O sea que le conoce bastantes chicas... — ella asintió sin mirarlo — Y bastantes clientes.— La mujer curvó la boca hacia abajo y encogió los hombros. — ¿Tomo eso por un "sí"?
Ella volvió a levantar un hombro.
— ¿Tiene clientes habituales?— preguntó sentándose frente a ella.
— Algunos.
— ¿Suele pasarle sus habituales a otras?
— No. Cuando una tiene fijos es mejor, te dan propinas y el Nene ni las huele.
— ¿Ivanka tenía fijos?
— Todavía no: era muy nueva — la mujer apretó los labios para contener las lágrimas—. Tenía dieciocho... eso dijo, qué se yo. A mí me parece que era más joven.
— La noche en que la mataron...
— ¡Ya se lo dije!— estalló— Llamó un ocasional, yo no me sentía bien y le pedí que me reemplazara! — hacía esfuerzos por no llorar.
— ¿Este... ocasional, dio alguna especificación acerca de tipos físicos?
— No tengo idea — Anouk casi saltó sobre su pregunta. Demasiado rápido.
— Y como Ivanka estaba libre le tocó en suerte ir.
— Más o menos...— vaciló—. Sí, qué se yo. Hay tipos a los que da lo mismo. Otros son más... hinchapelotas. Que el pelo, los ojos, las tetas y toda la mierda esa.
— "Toda la mierda esa" no me parece una expresión feliz: se trata de Ud— dijo Meyer y la mujer lo miró con los ojos muy abiertos. Casi se veía bonita debajo del maquillaje excesivo. Otra vez la punzada de aviso en el estómago: mejor le hago caso, no pierdo nada.
— Quiero que vea a alguien — dijo mientras se levantaba de la mesa.
— ¿Qué, identi-kits, las fotitos, qué?
— Nada de eso — la tranquilizó —, es una persona. Una mujer.
— No me traiga asistentes sociales, ¿eh? Se las puede meter en el culo.
— Por más vulgar y grosera que se ponga no me va a impresionar— Meyer levantó el teléfono y llamó delante de ella.
La mujer estaba distraída y cabizbaja cuando Marceau entró sin golpear. La sorpresa se abrió paso en los ojos de la comisario, que por unas décimas de segundo se quedó congelada junto a la puerta. La otra levantó la cabeza y se quedó rígida, con la boca abierta.
Jumbo se acercó a Marceau y la puso rápidamente al tanto del interrogatorio. Marceau asintió sin despegar los ojos de la mujer, que a todas luces estaba sumamente incómoda: el capitán hubiera jurado que la tipa se mordía la lengua para no hablar.
Marceau se sentó plácidamente frente a la otra y comenzó su rueda de preguntas.
— ¿Cómo se llama?
— Ya se lo dije a él — resopló la mujer —. Anouk.
— No, el nom-de-guérre  no. Su nombre.
— Sulamit Chenayeb.
— ¿Es judía?
— Mis abuelos y mi madre eran turcos sefardíes. Mi padre, no sé...ni me importa... — hizo un gesto de resignación—. Llevo el nombre de mi abuela aunque prefiero que me llamen Anouk. Estoy más acostumbrada— se pasó el dorso de la mano por la nariz — ¿Y Ud.? — la señaló con el mentón.
— Odette. Nombre real. Ya estoy acostumbrada.
— El nombre es francés pero Ud. no es muy francesa que digamos.
— Es muy observadora — la comisario sonrió con suavidad.
— Con mi trabajo se aprende rápido — Anouk hizo una pausa, la miró un instante y desvió la vista —. parece del Sur de Italia.
— Podría ser de la Provenza.
— ¿Con esos ojos? ¡Vamos! — levantó un hombro —. Con el Nene apostamos a ver si adivino de dónde son las nuevas y siempre gano yo. Ivanka decía que era húngara pero yo la calé. Húngara las pelotas: albanesa— sonrió un instante y al siguiente los ojos se le pusieron vidriosos.
Jumbo aprovechó que estaban juntas para evaluar mejor las fisonomías. Marceau tenía la nariz y el mentón algo más finos, las cejas como alas de cuervo, las mejillas más ovaladas. Dientes perfectos y del color del marfil nuevo; un maquillaje cuidadoso destacaba la boca algo pequeña pero llena. Las cejas de Anouk-Sulamit eran más gruesas, la cara apenas más ancha en los maxilares; llevaba la boca sensual maquillada con descaro y sus dientes eran ligeramente desparejos pero blanquísimos. Una parece el original de porcelana y la otra la copia en arcilla. Ambas tenían el cutis blanco y los ojos profundos y oscuros, ojos de terciopelo. Los de Anouk casi negros; los de la comisario, muy cafés.
— Anouk — la voz de la comisario interrumpió su observación subrepticia — ¿Qué es lo que la inquieta de nuestro parecido?
— No estoy inquieta.
—Miente — Marceau afirmó con sequedad y la tipa casi saltó de la silla—. Escuche, quiero esclarecer el asesinato de su amiga. Estamos en una vía muerta, el cadáver no tenía nada que permita identificar al asesino. Lo único que tenemos es el llamado que alguien hizo a Rimbaud para pedir una chica — hizo una pausa —. ¿Se da cuenta que podría haber sido Ud.?
La mujer palideció.
— ¡No...! — barbotó a boca de jarro pero contuvo la lengua—. No. Yo sé cuidarme. Ivanka era demasiado nueva.
— No creo que pudiera “cuidarse” de un hombre que golpea de esa forma. Por el ángulo de incidencia y las marcas en el cuerpo, el forense supone que se trata de un hombre de unos noventa y cinco a cien kilos y de alrededor de un metro con noventa de estatura. Ninguna mujer tendría defensa frente a un individuo de esas características.
La tipa los miró a los dos.
— Es... es cuestión de experiencia— musitó Anouk al tiempo que desviaba la mirada.
— Experiencia...¿en qué?— la comisario endureció la voz— ¿En esquivar los golpes o en convencer al tipo de no hacerlo? ¿Sabe que a su amiga la mataron a golpes? ¿El capitán Meyer le leyó el resultado de la autopsia? Maxilar fracturado, concusiones varias, tres costillas rotas, pulmón derecho perforado, estallido de bazo...
La mujer estaba visiblemente conmovida.
— Hábleme de sus clientes — Marceau insistió—. Sin nombres, si lo prefiere. Después de todo, no está arrestada ni es sospechosa, por lo tanto nada de lo que diga puede perjudicarla.
— Uds. los canas siempre dicen lo mismo y después terminamos acuchilladas en un callejon — retrucó Anouk, mirándolos con rencor.
— La mayoría de las veces es cierto — admitió Meyer—, pero de verdad no estamos grabando, esto no es una declaración, no la citamos como testigo de nada...— todavía, omitió agregar y se sintió culpable por mentirle a una prostituta.
Anouk negó con la cabeza mientras hablaba.
— Nunca sabemos cómo se llaman o qué hacen. Es la condición del Nene para que trabajemos con él: si queremos seguir en el negocio, tenemos que ser sordas y a veces, ciegas. El Nene es muy riguroso en eso. Una de las chicas nuevas una vez comentó que se estaba trabajando a un político. El Nene se enteró y se puso como loco: le dijo que ni se le ocurriera volver a mencionar el asunto y le dio un par de tortazos para volverla más juiciosa. Igual, después de dos semanas, la chica dejó de trabajar.
— ¿Tiene los datos de esa chica? — arriesgó Meyer.
— No entendió, jefe. La chica ya no trabaja. No está más en la calle. Out — Anouk chasqueó los dedos con una miradita significativa —. A las chismosas les va mal con el Nene.
— ¿Y adónde fue a parar?
— No sé ni me importa, jefe — Anouk lo miró con ferocidad—. Tengo familia a cargo. Quiero que mi hijo tenga una vida digna. Ya junté mi buena mosca, cuatro o cinco años más y me salgo de esta mierda. Además— bajó la voz—, no voy a tener edad para aguantar.
— ¿Qué edad tiene ?
— Veintitrés...
La sorpresa lo dejó mudo: la mujer parecía mayor. Qué vida de mierda deben llevar estas pobres tipas.
— ¿Aguantar qué? — intervino Marceau.
— Los tipos... se ponen violentos — Anouk tragó saliva —. Algunos hacen cosas raras.
Carajo, que una puta te diga que los clientes hacen cosas raras, pensó Jumbo.
— ¿Muchos de sus clientes la golpean? — Marceau lanzó un tiro por elevación.
— Golpear no, yo qué sé... A veces... A algunos les gusta... un revés de vez en cuando, un azote en el culo. Otros, bueno, otros se ponen pesados...pero yo puedo manejarlos. Siempre hago lo que me piden, es mejor.
— ¿Qué le piden? — la comisario preguntaba inocente como una colegiala.
— Lo usual... La boca, el culo. Grita. “De rodillas, puta”. No tengo nombre, soy nada más que “puta”— continuó Anouk con amargura —. “La boca bien abierta, arrastrada”. Tengo que ser muy agradecida. Tengo que darle... darles las gracias— el resentimiento la estaba haciendo hablar de más y la tipa se dio cuenta de que estaba metiendo la pata.
— Esa chica, la de la paliza...¿Recuerda su nombre? — la voz se oía cándida y amable pero alguien que conociera a Marceau sabría que la plácida esfinge estaba a punto de saltar sobre la presa.
— El nom-de-guerre— la tipa alardeó y la comisario recibió la finta con una sonrisita irónica— Nadia. Pss, no sé qué mierda les da a todas por hacerse las rusas. Bueno, ésta era rusa de verdad o ucraniana, algo así, pero no se llamaba Nadia. Creo que era Galina, pero el Nene dice que los clientes prefieren nombres más cortos así que...— dejó la frase sin terminar.
— ¿Qué edad tenía?
— Mmm, no era tan joven como Ivanka. Veinticinco, más o menos.
— ¿Qué tipo físico tenía Nadia?
— Pelo oscuro, buen par de tetas — Anouk se encogió de hombros—. Un poco más alta que yo.
La expresión de la comisario se volvió indescifrable.
— ¿Nadia volvió a mencionar a ese cliente?
— El Nene la hubiera cagado a palos— aclaró Anouk con serena convicción.
— Bueno — intervino Meyer —, a veces los macrós amenazan pero...
— Usted no conoce al Nene: es un nazi. Hay que hacer lo que él dice.
— ¿Fue el Nene quien les avisó que Nadia no volvería? — insistió Marceau.
— No...— Anouk se encogió de hombros—. Un día nos dimos cuenta de que no venía.
—¿Cuánto hace de eso?
— No me acuerdo... unos tres meses... Qué se yo — Anouk curvó la boca hacia abajo: el asunto ya no valía la pena.
Marceau se puso de pie y le hizo señas para que salieran.
— Dejémosla ir. Cuando corroboremos algunos datos más, volvemos a llamarla y prefiero contar con su buena voluntad hacia los flics que la trataron bien la primera vez.
— De acuerdo — Jumbo aceptó.
Marceau se marchó a buen paso. Algo de la declaración de Anouk la puso en guardia; me gustaría saber qué, pensó Jumbo mientras volvía a entrar.
— Anouk, puede irse— se levantó e hizo un gesto invitándola a salir.
— Para Ud. es muy fácil. En cuanto sepan que estuve acá adentro y me largaron así como así, valgo menos que la mierda.
— Eso tiene arreglo: llame a Rimbaud para que la venga a buscar. Dígale que quieren dejarla detenida. Anouk lo miró asustada y él la tranquilizó.
— No es verdad pero quiero hacerlo creíble. Así esa escoria de Rimbaud no se ensaña con Ud. Dígale lo que más le guste: que le pegamos, que la apretamos. Llore un poco.
Ella se rio por primera vez.
— Siempre quise ser actriz — y levantó el teléfono.

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                                                               El Nene Rimbaud
— Meyer, nos está jodiendo demasiado, a mí y a mis chicas.
— Te las voy a encanar una por una y después te meto de culo en el calabozo por proxenetismo, cucaracha.
— Las chicas son independientes y yo me encargo de cuidarlas. Soy su guardaespaldas.
— Salgan de una buena vez, antes que los encierre a los dos por obstaculizar el tránsito.
— Vamos, muñeca — el Nene le dio una palmada en el culo a Anouk y la abrazó mientras bajaban las escaleras —. Te portaste bien, Turquita, ese Meyer estaba muy caliente.
— Le dije lo que me dijiste y entonces llamó a una tipa. Seguro que era una asistente social porque no lo dejó apretarme más y me trató bien.
— ¿Viste que para algo sirven esas boludas?— la estrujó contra él y le besó la mejilla—. Vamos a casa y desayunamos en la cama juntos.
Rimbaud estaba preocupado. Al comi se le está yendo demasiado la mano, no quiero que me arruine o me mate a otra más. Mejor lo llamo a Etchegoyen: él sabrá qué hacer.