POLICIAL ARGENTINO: La mano derecha del diablo- CAPITULO 42

viernes, 20 de julio de 2012

La mano derecha del diablo- CAPITULO 42

XII° ARRONDISÉMENT, ONCE Y CINCUENTA DE LA NOCHE DEL SÁBADO 
Sulamit y Odette

Sulamit estaba feliz de obtener un Armani auténtico en pago por sus pantalones baratos de vinilo y la camiseta vulgarísima, llena de brillitos y agujeritos estratégicos.
 — Mierda, sí que te la dieron lindo— Sulamit murmuró señalándole las marcas de quemaduras de cigarrillos y tuteándola por primera vez.
 Odette se quedó paralizada, con la camiseta a medio bajar.
 —Un hijo de puta con todas las letras— continuó Sulamit mientras le recorría las marcas oscuras con la punta del índice—. Éste te quería matar— aseguró con conocimiento de causa.
Odette se bajó la camiseta sin poder pronunciar palabra. Los hombres estaban petrificados en sus asientos y Sulamit tenía un ataque de verborrea.
 — A veces juegan un poco con los cigarrillos pero cuando te arruinan así, te quieren liquidar. Hace tres años vi a una chica, el cliente la había quemado igual, hasta la...— la mujer lanzó una ojeada a su alrededor —, y después la remató. Tuvimos que ir todas a declarar pero el tipo era extranjero, un militar o algo así, y no lo agarraron. Te salvaste por un pelo...
 — No es mi tema favorito de conversación— Odette la cortó en seco, volviendo a respirar.
— Son todos iguales. Unos cerdos— Sulamit afirmó desafiante.
— Seguro, Sadie Thompson (1) — ironizó el viejo desde su rincón.
— ¿Qué dice?— preguntó Sulamit.
 — El señor conde está senil, no le hagas caso— Odette tenía una mueca dura en la boca. Nadie replicó.
 — Estaba segura de que eras asistente social pero me equivoqué. Eso se lo hacen a una puta o a un cana. Je, nunca hubiera pensado que eras cana. Demasiado fina para keuf  (2) , digo. A JJ lo calientan las putas vulgares. Como yo— Sulamit encogió un hombro—. Se ve que le gusta tu envase con mi contenido, je. Eso dijo la vez que le pregunté por la foto: “una putita con aires de virgen ofendida”. ¿Pasó algo entre ustedes?— preguntó como si estuvieran juntas en la peluquería—. JJ tiene fama de no perdonar a ninguna pollera.
— No fui una de sus subordinadas favoritas y me lo manifestó muy claramente en una oportunidad.
 Sulamit la miró con compasión.
 — Te cagó a palos... Es un animal.
 — Bueno, no es el primer misógino empedernido con el que me cruzo en este trabajo— Odette enarcó una ceja sin mirar a nadie y terminó de acomodarse la ropa.

 **** 
Marcel interrogó a Sulamit sobre la distribución del edificio y repitió las localizaciones para asegurarse que recordaba cuanto le había dicho.
 — Esto es una locura— rezongó—. Lo pensé bien: no vas.
 — Creí que nos habíamos entendido— Odette lo miró con cara de esfinge antes de acotar en tono apenas molesto— Si lo hacemos como lo preparamos no habrá mayores problemas.
Marcel se mordió el interior de las mejillas antes de hablar. Como sigas usando ese tonito de maestra de escuela, te estrangulo.
 — Puedo hacerlo solo perfectamente...
 Ella meneó la cabeza como si tuviera que repetir la explicación a un deficiente mental.
— Pueden matarte perfectamente. Ya te lo dije: yo no te necesito para hacer esto, pero creo que si vamos juntos tendremos más posibilidades. Basta con no salirnos del libreto.
 — No estoy de acuerdo... ¡No vas y se acabó!
— Capitán Dubois— ella le lanzó una mirada de hoja de navaja—, es una orden.
 — ¡No me vengas con esa mierda...!
— Jurisdicción de la PDP. Asunto de la Brigada Criminal. Yo soy el oficial a cargo y yo doy las órdenes.
 Él encajó los dientes para no insultarla en público y ella sonrió complacida.
Te borraría la sonrisita con un buen par de tortazos.
 — Cada minuto que pasa nos juega en contra— Odette continuó—. Para tu tranquilidad, no tengo intención de pasar por heroína o hacerme matar por nadie de ahí dentro. La experiencia me volvió cobarde. ¿Vamos?
Sonaba a tregua y bandera blanca. Marcel asintió: lo mejor sería simular acatar las putas órdenes de mierda, en tanto encontraba la forma de llevar adelante la decisión que había tomado. 

**** 
— ¿Así que es conde?— Sulamit le preguntó al viejo, muy suelta de cuerpo—. ¡Uaaah! Nunca estuve cerca de alguien con sangre azul.
El viejo la miró glacial pero ella no se amilanó.
 — Cuando se lo cuente a las chicas, se van a morir de envidia: ¡en una limusina y con un conde!— dejó de prestarle atención y aplastó la nariz contra la ventanilla—. Daría todas las limusinas del mundo por tener a mi nene sano y salvo. Carajo, espero que ese grandote la cuide: ella me cae bien...
 Le echó una ojeada a Ortiz.
 — El otro chiquito es suyo, ¿no?— ante la sonrisa pálida del coronel, Sulamit continuó—. Estaba segura: se le parece un montón. Es lindo que los varones se parezcan al papá— siguió mirando por la ventanilla—. Cuando me pongo nerviosa hablo mucho — encogió un hombro —. Los van a sacar, ¿no es cierto? — miró a Ortiz con aprensión y con los ojos llenos de lágrimas.
 — Seguro: son los mejores en esto — afirmó el coronel.
 — Yo no quería hacerlo, se lo juro, pero JJ se me llevó a Leo, usted entiende, ¿no?— se mordió el labio. — Todo saldrá bien.
 Sulamit se retorció las manos y murmuró:
 — Cuando Leo vuelva a casa me voy a salir de esta mierda, lo juro por Dios... No sé de qué voy a vivir, je.
 — Podría buscarse un trabajo honesto — disparó el viejo sin mirarla.
— Mi trabajo es honesto— retrucó ella con ferocidad—. Todo el mundo sabe a qué me dedico: yo no le miento a nadie, no asesino, no robo y no secuestro chicos.
 Se encontró con los ojos negros del coronel mirándola fijamente.
— Tiene razón, señora.

 **** 
Janvier
Había hombres armados en las ventanas de los pisos superiores. Pueden hacernos mierda en cualquier momento a partir de ahora pensó Marcel con acritud y se enfocó con desesperación en el plan, para no pensar en todas las posibles fallas que podrían ocurrir. Ayrault podría llegar de imprevisto; alguien de ahí dentro podría conocer a ese Seoane; podría haber gente de Seoane en el edificio...Las posibilidades comenzaban a tornarse desagradablemente infinitas.  
Un tipo más grueso y algo más bajo que él se acercó a impedirles la entrada, con la mano en la parte de atrás del cinturón. Al ver a Odette, el sujeto sonrió mostrando toda la dentadura. 
— ¡Hola, nena! ¿Quién es este tipo?— lo miró desconfiado. 
— Él es Seoane. 
Marcel creyo escuchar una vacilación levísima en la voz de Odette.  
Janvier lo miró de arriba abajo y silbó.
— Creímos que llegaría mañana, señor— el tipo le franqueó el paso y se volvió hacia Odette— ¿Viniste a ver a tu mocosito?— la enlazó por la cintura y la estrujó contra él. 
Marcel decidió saltarse algunas líneas del libreto para apresurar la salida de Odette y evitar que las manos de Janvier siguieran camino abajo.
— Hay que sacar a los mocosos de este lugar. Está demasiado expuesto— lanzó una ojeada apreciativa a su alrededor y miró al hombre con altivo desagrado—. El crío es una pieza clave para el intercambio. Vamos a llevarlo a un lugar seguro. 
— Pero JJ... — Janvier receló. 
Marcel tomó a Odette por el brazo, la apartó con brusquedad sin mirarla, y se dirigió a Janvier en un tono que no admitía réplica: eran órdenes que debían ser cumplidas. 
— Hubo una filtración de información. No todos los hombres de Ortiz estaban en la casa y algunos estarían intentando llegar aquí— sondeó al tipo con su mejor cara de perro y largó el farol—. Los refuerzos prometidos por Ayrault no llegaron a tiempo.
 Janvier se quedó momentáneamente sin palabras.

 — ¡No puede ser!— explotó —. ¡Nuestra gente se está moviendo en los tiempos convenidos...! 
— No es lo que Schwartz reportó— lo interrumpió—. No hay tiempo para lamentarse: hay que moverse rápido y trasladar a los rehenes. La localización alternativa ya está en nuestras manos y Ayrault la conoce. 
Si yo fuera Seoane y quisiera aparecer confiable ante Ayrault, le ofrecería pruebas de hasta dónde estaría dispuesto a llegar en la traición a Ortiz. Darle a conocer los escondites que la Orden conserva en París sería una muy buena forma de hacerlo.
Sonó tan marcial que Janvier casi chocó los talones mientras asentía vigorosamente. Típico custodio, todo músculos y cero cerebro. Menos mal

Se cruzaron con un par de tipos que apenas les dedicaron una mirada: evidentemente, el uniforme de la Orden no era algo inusual en ese sitio. Marcel marchaba a la par de Janvier y dos o tres veces pescó la miradita cómplice del tipo hacia Odette; ella le devolvió una sonrisita tímida y el tipo deslizó la lengua sobre los labios. Marcel le dedicó una ojeada de desprecio y Janvier enrojeció, pero mantuvo los ojos y las manos quietos.
 Los chicos dormían juntos en una misma camita. Odette entró en puntas de pie y los despertó sin encender la luz, explicándoles que se irían a otra parte y sin mencionar nombres: si el hijo de Ortiz conocía a Seoane, ellos estaban fritos. 
Medio adormilados, los críos la confundieron con Sulamit. 
— ¿Voy a ir con mi papá?— llorisqueó Fernandito. 
— Sí, pronto irás con tu papi— Odette susurró en castellano.  
Odette cargó a Leo, que la llamaba “mami” y lo besuqueó; él levantó a Fernandito y al sentir el cuerpecito tibio de sueño contra el suyo, se le estrujaron las entrañas y casi tropezó. Dios, no nos abandones. Estas criaturitas no deben sufrir ningún daño. 
— Nos esperan en la calle lateral en una limusina negra. Adelántese a avisar— le ladró a Janvier, que corrió hasta la puerta y volvió. 
— Ya están ahí, señor. 
Cuando asomaron, la limo esperaba enfrente con el motor en marcha y las ventanilla cerradas. 
Marini saltó y corrió hacia ellos. 
— ¡Todo listo, señor!— aseguró el subteniente en castellano y le hizo una venia. 
El imbécil de Janvier se paró muy derechito y saludó a ambos. El subteniente tomó a los chicos en brazos, los metió en la limusina y se sentó de nuevo al volante.
Marcel miró la hora y recorrió con los dedos la hebilla del cinturón. Cristo, espero que de verdad funciones. Había activado el radiofaro cuando habían ido a buscar a Sulamit, estimando el tiempo que podría llevar detectar la señal y comenzar el rastreo. Si todo iba bien, Jumbo llegaría con la caballería. Si no... Jumbo, no me falles. Ni siquiera voy a darme el gusto de romperle el culo a Paworski si esta mierda no anda. 
El celular del cretino interrumpió sus cálculos. 
— Era el jefe— Janvier sacudió el aparatito—. Salió antes de la tele. Le dije que usted ya estaba aquí y está viniendo. 
Un escalofrío de decisión le recorrió la espalda. Será la mejor oportunidad que tenga. Deliberadamente ignoró la mirada de alarma de Odette.
— Excelente. ¡Janvier!— escupió y el otro casi se cuadró—. Lléveme a la oficina de Ayrault. Tenemos que rehacer algunos planes.
— ¿Qué...van a hacer con... mi chiquito?— Odette también improvisó furiosa—. ¡Usted dijo que me llevaría con él! ¡Dijo que yo iría con ustedes...!
No me odies, estoy tratando de sacarte de este antro. La ignoró y se dirigió a Janvier, señalándola con un gesto despectivo del mentón.
— Despáchela.
 — Ya escuchaste al señor Seoane, nena— el imbécil la tomó por la cintura—, tengo que despacharte. Janvier señaló una puerta oscura en el extremo del corredor —. Allí, señor.
 Marcel entró a la oficina obligándose a no volver la cabeza, pero no pudo aguantar más y se asomó ver al cerdo llevarse la mano a la cintura y tantear el arma, mientras empujaba a Odette hacia las escaleras. ¡Cristo! Este animal piensa cumplir la orden al pie de la letra. ¿Qué carajo hice?

(1) Protagonista de "Rain", de W.S.Maugham 
(2) "Vesre" francés para "flic" (cana) (Verlan, argot que invierte las palabras, al igual que en castellano del Río de la Plata)