martes, 11 de noviembre de 2008
La dama es policía - Capítulo 16
SUBURBIOS DE PARÍS, EL MISMO DÍA, AL ATARDECER
—Mayor, tome asiento, por favor.
Jacques le señaló el sillón situado al otro lado de su espléndido escritorio. La habitación estaba decorada ostentosamente: paredes cubiertas de boiserie, techos artesonados, lámparas de cristal y alfombras costosísimas. Pero no había una sola ventana, y la sensación de pesadez y opresión era inevitable.
—Permítame reiterarle cuánto nos complace tenerlo entre nosotros.
Marcel asintió secamente, sin sonreír.
—Monseñor ya se lo dijo, pero es importante que sepa que somos muy rigurosos con nuestra selección.
No lo dudo. Si no estuviera aquí, tendría grandes posibilidades de estar flotando en el Sena. El otro continuó mientras jugueteaba con un anillo de sello en su mano izquierda.
—Su perfil es excelente, por no hablar de su representado. Estábamos deseosos de... entrar en contacto con Su Alteza.
O sea que la Orden ya tenía la mira puesta en Al Faid desde hace tiempo. Razonablemente lógico: Al Faid era un hombre poderoso, de gran influencia en su región. Musulmán hasta la médula y pacifista a ultranza, se mantenía neutral en las eternas disputas, escaramuzas y guerras propiamente dichas, mantenidas por sus vecinos entre sí y con los israelíes. Marcel volvió su atención a Jacques.
—Mayor... ¿puedo llamarlo Maurizio?
—Adelante... Señor Jacques —tenía la sensación de que Jacques ostentaba algún rango delante de su nombre. La actitud física del otro traicionaba la pretendida distensión con la que estaba hablándole.
—Por favor, obviemos los tratamientos distantes. Todos me llaman Jacques, a secas.
Marcel asintió con una media sonrisa. Jacques le ofreció un Gauloise, pero él negó con la cabeza, sacó el paquete de Muratti y encendió uno. Si éstos no me matan antes, voy a morirme del asco de fumar esta basura. Aspiró el humo mientras el otro volvía a hablar.
—Deseamos que tanto Su Alteza como usted confíen plenamente en nosotros. Nuestro objetivo es que dicha confianza sea mutua. Para eso, preparamos en este centro a los que ingresan en la Orden mediante un entrenamiento riguroso, aunque en su caso no será muy diferente de lo que hizo en el ejército. Ese entrenamiento permite crear lazos con nuestros hombres, que fortalecen nuestra relación tanto con ellos como con sus representados.
¿De qué mierda habla...? Condicionamiento. Apretó la mandíbula y siguió fumando en silencio sin distender los hombros. No se perdió la mirada apreciativa y la sutil aprobación de Jacques. Todavía estoy en el papel, si los Muratti no me hacen vomitar.
—Durante las próximas tres o cuatro semanas compartiremos mucho tiempo juntos, usted, yo y un entrenador personal que le asignaremos —el tono de voz de Jacques cambió sutilmente; ya no era una charla de presentación —. Todo dependerá de sus respuestas. Permanecerá dentro de los límites del edificio. No mantendrá ningún tipo de comunicación no autorizada. Estará permanentemente acompañado por su entrenador durante la instrucción. Es probable que se encuentre con otros que están en alguna etapa de su entrenamiento, quizás algo más avanzados que usted.
O sea que soy la última adquisición. Jacques hizo una pausa para permitirle hacer preguntas, pero Marcel prefirió mantener la boca cerrada y las orejas paradas. El otro sonrió apenas y continuó.
—Desalentamos todo tipo de relación entre nuestros hombres hasta que hayan cumplido la etapa final o hasta que lo consideremos adecuado. De todos modos, es una instrucción intensiva, por lo cual no echará en falta las relaciones sociales.
Órdenes estrictamente militares. Y esto no es un ‘centro de entrenamiento’: es un campo de concentración. "No" a deambular en solitario por las instalaciones, "no" a establecer contactos con el exterior, "no" a respirar si no me lo ordenan. Traducción: Jacques tiene poder de vida y muerte sobre sus hombres. Jacques seguía hablando.
—...Nuestros hombres trabajan solos o en parejas a lo sumo. Con instrucciones precisas. Organización en células que responden a un superior inmediato: es la forma de hacer más eficiente nuestro trabajo.
Terrorismo liso y llano. Marcel aplastó el cigarrillo en el cenicero y encendió otro para tener algo que hacer con las manos. No te vayas a poner a temblar ahora, viejo.
—Por supuesto, nuestros servicios cuestan dinero —continuó Jacques—. Su entrenamiento, Maurizio, cuesta dinero. Pero si Al Faid es un conocedor, como nos permitimos creer, encontrará que el precio es razonable, y la oferta, incomparable.
Ahora sí tengo náuseas.
—Entiendo que Su Alteza está abandonando su posición neutral por otra... más radical —Jacques esperó su respuesta.
—Así es. Logré convencerlo de plegarse a los otros países del bloque. Es muy difícil hacer negocios en estos tiempos si no se toma una posición definida —lancemos una sonda, a ver qué pasa —. Su Alteza estaría interesado en la adquisición de armamento adecuado para medidas defensivas... en principio.
Los ojos del otro brillaron, y no pudo evitar una sonrisita feroz. Así que también armas. ¿Qué más venden?
—Su Alteza podrá comprobar que nuestros servicios son muy amplios. La Orden también posee empresas en las que puede invertir sin riesgo...
Una alarma se le disparó en el cerebro. ¿Empresas?
— A decir verdad— continuó Jacques—, pensábamos que el pago por nuestro primer servicio podría hacerse mediante la compra de acciones de alguna de ellas.
Entonces, esas pobres desgraciadas son un anzuelo más para agarrar a los ‘clientes’ por las pelotas. Una vez que se entra en el negocio ya no se sale... vivo. Se las arregló para asentir y sonreir.
—Por supuesto, existen muchas formas de pagar los servicios — Jacques parecía estar vendiendo electrodomésticos por televisión. Cuántos eufemismos, basura, pensó Marcel —.Información bursátil, inversiones, invitarnos a intervenir en alguna operación financiera de importancia...
Hijos de puta, te proveen de todo: mujeres del tipo que elijas, armas, inversiones, un asesino profesional que, casualmente, responde al condicionamiento de la Orden. A cambio, te piden nada más que un pequeño gasto de inversión e información o lo que carajo puedan sacarte. Sin duda que el entrenado por la Orden debe saber cómo obtener lo que la Orden desea de un representado renuente. Me está doliendo la cabeza.
Gracias a Dios, Jacques dio por terminada la entrevista. Después de una llamada, apareció un hombre bajo, cetrino y delgado, de rasgos árabes. Se lo presentaron como Nasir Hamad.
—Nasir, tu nuevo discípulo.
Hamad asintió con un gesto duro en la boca y lo estudió apreciativamente, sin decir una palabra. Marcel se levantó y, respetando su papel, saludó a Jacques cuadrándose, al tiempo que chocaba ligeramente los talones. En un acto reflejo, el otro respondió de la misma forma. Marcel dio media vuelta y salió con Hamad.
Por una puerta lateral disimulada en la boiserie, un hombre bajo y grueso entró en el despacho y tomó asiento en el sillón que Jacques había ocupado durante la entrevista con el "nuevo". Jacques se sentó del otro lado.
—¿Y, Prévost? ¿Qué te pareció?
—Interesante, el mayor... ¿Será realmente italiano? Tenía toda la facha, pero a veces...
—¿Qué? ¡Todavía no conozco a nadie que no lo sea y pueda fumar esa mierda de Muratti!
Se rieron a carcajadas y Prévost suspiró.
—Tengo que irme. Reunión de directorio y asamblea de accionistas. No pueden vivir sin su presidente.
Se rieron otra vez. Prévost preguntó:
—¿Cuándo llegan las nuevas?
—No seas impaciente. El objetivo es Alsacia y, con lo de Al Faid, creo que en tres semanas, más o menos, podríamos estar haciendo la entrega.
—Me aburro... —se encogió de hombros. Jacques aguantó una mueca de disgusto. —¿Quiénes van esta vez?
—D'Ors y Hamad.
—¡Hamad! Te recuerdo que entregamos vírgenes, coronel...
—No te preocupes. D'Ors lo maneja bien.
—¿Cuántas?
—Dos, seguro. Sería ideal que consiguiéramos tres. Si De Biassi es lo que promete, estará listo en poco tiempo.
—La extra... la elijo yo.
—Sólo para tus ojos —Jacques sonrió.
Prévost perdió momentáneamente el control y una mueca perversa le retorció la cara. Demoró unos segundos en recuperar la compostura. Después de que se fue, Jacques se quedó pensativo. Se está volviendo tan peligroso como Hamad, advirtió.
PARÍS, QUAI DES ORFÈVRES, FIN DE LA SEGUNDA SEMANA DE NOVIEMBRE
—¿Qué sabemos de Dubois? —preguntó Odette mientras se asomaba al despacho de su hermano.
Auguste levantó la mirada. Desde que Dubois había sido aceptado en la Orden, no habían tenido más comunicaciones. Ahora dependían de los blips.
—Ayer detectamos algunos blips más. Si no me equivoco, los está ubicando de a poco por dos motivos: primero, porque es la forma más segura de hacerlo, y segundo, porque es su manera de avisarnos que sigue con vida.
Odette tuvo un leve sobresalto. Cisne, ¿te preocupa Dubois?, se preguntó Massarino. Se guardó la sonrisa para otra ocasión.
—Bien hecho —comentó ella en tono neutro—. El Cro-Magnon piensa —agregó en voz baja.
—¿El qué?
—Nada. Una observación personal —pero no pudo evitar una sonrisa de Gioconda.
Por supuesto que es personal, querida, pensó Auguste. Hace años que no te escucho ponerle sobrenombres a nadie.
—Dijiste Cro-Magnon...
—Bah. Ya lo ascendí en la escala biológica. Está a punto de graduarse de Homo sapiens sapiens —Odette replicó y volvió a salir.
Definitivo. Esta vez, vamos por el buen camino. Y si a Dubois se le ocurre arruinarlo, lo estrangulo con mis propias manos.
Comisario de división Claude Michelon
PARÍS, LA DÉFENSE, MISMO DÍA POR LA NOCHE
Agregó otro chorrito de edulcorante líquido al café con leche y lo dejó enfriarse tranquilo en la taza. Se recostó en la cama, pensativa.
Ya estamos aquí, al borde del precipicio. No tengo vértigo. Sólo la necesidad de saltar. ¿Qué hay allí abajo? ¿Las piedras sobre las que voy a estrellarme, o el mar en el que puedo nadar y salvar la vida? Nadie me sostendrá en la caída esta vez. Estoy sola. Pero sé que te voy a encontrar. ¿Qué había en tus ojos cuando le hiciste esa atrocidad a Jean-Luc? ¿Qué sentiste al destrozarle la vida? Si puedo, si llego, si vivo, juro que no vas a hacérselo nunca más a nadie. Aunque tengamos que matarnos juntos. El pensamiento le provocó un instante de aprensión.
La misma aprensión que había vislumbrado en Auguste y en Michelon durante el encuentro a última hora del día. Madame la había estudiado en silencio. Mantenía con sus subordinados una distancia que le permitía evaluarlos lo más objetivamente posible, y eso era algo que Odette apreciaba profundamente. A mí tampoco me gusta involucrarme.
—Capitán —le dijo la comisario—, la cobertura que preparó para usted me resulta un poco arriesgada. No sé si estoy totalmente de acuerdo con que se mueva tan... desprotegida.
Auguste le había dicho lo mismo. Carajo, ¿empezamos otra vez?
—Madame, lo estudié desde todos los puntos de vista posibles: no tenemos otra forma de infiltrarnos. Dubois desde adentro de la Orden, y yo como rehén.
—¿Qué pasa si los... selectores... cambian de idea a mitad de camino?
—Ya lo pensé. Es un riesgo que debo correr, pero tengo probabilidades a favor.
—Explíquemelas —la voz de Michelon sonó como un fustazo.
—Si como sospechamos, trafican con mujeres vírgenes, no debería haber demasiado peligro durante el traslado. No pueden arriesgarse a arruinar la “mercadería” —sonrió, sarcástica —.Después, una vez dentro, es cuestión de mantener los tiempos y el plan que establecimos.
—¿Y si hay algún retraso?
—Por lo que observamos, las “entregas” siempre se hacen entre una y tres semanas después de los secuestros. En cuanto a qué es lo que hacen con las mujeres durante ese tiempo, sólo podemos hacer suposiciones, todas desagradables. Pero, otra vez en beneficio de la satisfacción del cliente, no creo que les causen daño físico. Más bien tengo la impresión de que se ocupan de anular la resistencia psicológica de las mujeres o prepararlas para algún tipo de reacción que busque el comprador.
—¿Qué pasa, entonces, si comprueban que entre las elegidas hay una que no se amolda fácilmente a sus especificaciones? —Michelon sonaba sombría.
—Espero que no tengan tanto tiempo a su disposición - Odette enarcó una ceja.
—O tanta capacidad de observación —la comisario la miró fijamente.
—Por favor, son posibilidades absolutamente remotas —intervino Auguste, preocupado—. Está previsto que la fase final concluya apenas lleguen a destino. Para eso están preparados los detectores y los equipos: para evitar demoras.
—Massarino —Michelon replicó —, nunca confíe demasiado en los equipos. Confíe en la gente. Yo lo hago, con buenos resultados —los miró severa —.No quiero perder a mis oficiales. Y eso lo incluye a usted, comisario, y a Marceau, a Dubois. Son “mi” gente. Si no confiara en la capacidad de ustedes, jamás habría permitido este operativo y habría dejado que se ocuparan los cuerpos especiales.
—Hasta ahora no consiguieron nada, Madame —le recordó Auguste—. Por eso hacemos este intento.
Michelon se quedó callada, bebiendo el café sin mirarlos. El cortapapeles de plata le daba vueltas entre las manos, en un ballet que pintaba chispas por las paredes del despacho.
—Madame... —Odette interrumpió la calma tensa —.Ya verificaron los “antecedentes” de Dubois. Los contactos confirmaron las llamadas. Si estos tipos sospecharan algo, ya lo sabríamos. No tengo ninguna duda de que Dubois ya estaría muerto a estas alturas— la mención de la idea le dio una punzada en el estómago —.Él es quien más tiempo pasará ahí dentro. Es el que afronta la prueba de fuego. Dependemos más de él y de sus reacciones que de las mías. Si puede superarlo, y creo que lo está haciendo, el operativo se resuelve en cuestión de horas.
—¿Capitán, pensó en la posibilidad de que actuemos mientras Dubois esté con ellos, sin que usted intervenga?
—¿Y qué conseguiríamos? Si en estos momentos no tienen que hacer ninguna entrega, la probabilidad de que haya mujeres en ese sitio es baja. Tienen una fachada impecable. Por vías legales no hubo forma de pasar de la puerta del lugar. Están limpios. Hasta con algunas pequeñas contravenciones impositivas, como cualquier empresita que se precie de serlo. ¿Qué demostraríamos sólo con Dubois entre esa gente? Tenemos que atraparlos in flagrante, sin dejarles oportunidad a simular otra cosa. Caerles encima cuando estén en plena operación —bebió un sorbo de café y continuó —.No sabemos cómo y cuándo trafican con todo lo otro que suponemos.
Se quedó pensando para sí: ¿Qué demostraríamos si lo dejamos solo y, en contra de todos los pronósticos, lo condicionan? Carajo, teniente, estás empezando a preocuparme.
—Se mueven con mucho cuidado —intervino Auguste—. Camiones en regla, mercadería en regla, entradas y salidas de puertos en regla. Ni siquiera cometen infracciones de tránsito —hizo un gesto de disgusto —.Parece que estuvieran siempre enterados de nuestros movimientos, de los de la Aduana, de Gendarmería —y en voz más baja —:eso es algo que también me preocupa.
No se miraron, pero la sensación de incomodidad de los tres pesaba en el aire del despacho. ¿Un informante dentro de la misma policía?
—No podemos ponerles las manos encima desde afuera — Odette se dio cuenta de que hablaba con los puños apretados y las uñas clavadas en las palmas — .Nos queda esta posibilidad: atacar por el punto más débil que tienen y que no pueden controlar. Podrán estar preparados para un ataque frontal. Quizá... —miró rápidamente en dirección de su hermano —, podrán tener información sobre los movimientos de la policía, pero dudo mucho de que imaginen una infiltración de este tipo. Si lo conseguimos, van a estar completamente al desnudo.
La comisario se recostó contra el respaldo del sillón, sin distenderse.
—Comprenden que hay un momento de la operación en el que estarán a ciegas...
—Es el riesgo más grande que corremos —replicó Odette, sin dar tiempo a Auguste—. Pero ellos también estarán a ciegas. Ya lo están, con Dubois adentro.
Michelon se quedó en silencio una vez más, haciendo girar el cortapapeles.
—No está convencida... —comentó Odette en tono neutro.
—Sí, capitán, lo estoy. Ocurre que también estoy preocupada. Por Dubois. Por usted.
El hecho de que lo dijera sin que le variara un ápice la expresión la estremeció. De pronto, el cortapapeles se quedó quieto. Madame había tomado una decisión.
—Bien, entonces. Adelante como lo planearon. Massarino... —Auguste la miró sin pestañear —,Paworski es responsable por los equipos, así que está en el operativo. Él me lo pidió.
Tanto Odette como su hermano se sorprendieron. Michelon continuó.
—Y no conozco a nadie mejor para esto. De cualquier manera, sabe estrictamente lo que necesita saber para intervenir. Él manejará la información que quiera o no quiera darle a su gente, aunque sé que no dejará filtrar ningún dato que pueda afectarlos. Comisario, capitán, merde —y sonrió apenas.
Merde, break a leg, in bocca al lupo... ¿Cuántas formas hay de desear buena suerte? Hará falta mucho más que eso. Jugó con la cucharita en el café con leche frío. Porque de veras nos estamos metiendo en la boca del lobo. ¿Cómo se siente uno de estar ahí, teniente? Es una experiencia que vamos a compartir muy pronto. Espero que no te coman. O a mí. O a todos.
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1 comentario:
uy1 segundo intento de dejar comentario, vamos d enuevo:
bravo por Michelon, vi el dibujito y me la imaginaba así, tal cual.
te mando un beso
me tenés que contar lo de las reacciones...
Lilián
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