POLICIAL ARGENTINO: 07/01/2012 - 08/01/2012

viernes, 20 de julio de 2012

La mano derecha del diablo- CAPITULO 42

XII° ARRONDISÉMENT, ONCE Y CINCUENTA DE LA NOCHE DEL SÁBADO 
Sulamit y Odette

Sulamit estaba feliz de obtener un Armani auténtico en pago por sus pantalones baratos de vinilo y la camiseta vulgarísima, llena de brillitos y agujeritos estratégicos.
 — Mierda, sí que te la dieron lindo— Sulamit murmuró señalándole las marcas de quemaduras de cigarrillos y tuteándola por primera vez.
 Odette se quedó paralizada, con la camiseta a medio bajar.
 —Un hijo de puta con todas las letras— continuó Sulamit mientras le recorría las marcas oscuras con la punta del índice—. Éste te quería matar— aseguró con conocimiento de causa.
Odette se bajó la camiseta sin poder pronunciar palabra. Los hombres estaban petrificados en sus asientos y Sulamit tenía un ataque de verborrea.
 — A veces juegan un poco con los cigarrillos pero cuando te arruinan así, te quieren liquidar. Hace tres años vi a una chica, el cliente la había quemado igual, hasta la...— la mujer lanzó una ojeada a su alrededor —, y después la remató. Tuvimos que ir todas a declarar pero el tipo era extranjero, un militar o algo así, y no lo agarraron. Te salvaste por un pelo...
 — No es mi tema favorito de conversación— Odette la cortó en seco, volviendo a respirar.
— Son todos iguales. Unos cerdos— Sulamit afirmó desafiante.
— Seguro, Sadie Thompson (1) — ironizó el viejo desde su rincón.
— ¿Qué dice?— preguntó Sulamit.
 — El señor conde está senil, no le hagas caso— Odette tenía una mueca dura en la boca. Nadie replicó.
 — Estaba segura de que eras asistente social pero me equivoqué. Eso se lo hacen a una puta o a un cana. Je, nunca hubiera pensado que eras cana. Demasiado fina para keuf  (2) , digo. A JJ lo calientan las putas vulgares. Como yo— Sulamit encogió un hombro—. Se ve que le gusta tu envase con mi contenido, je. Eso dijo la vez que le pregunté por la foto: “una putita con aires de virgen ofendida”. ¿Pasó algo entre ustedes?— preguntó como si estuvieran juntas en la peluquería—. JJ tiene fama de no perdonar a ninguna pollera.
— No fui una de sus subordinadas favoritas y me lo manifestó muy claramente en una oportunidad.
 Sulamit la miró con compasión.
 — Te cagó a palos... Es un animal.
 — Bueno, no es el primer misógino empedernido con el que me cruzo en este trabajo— Odette enarcó una ceja sin mirar a nadie y terminó de acomodarse la ropa.

 **** 
Marcel interrogó a Sulamit sobre la distribución del edificio y repitió las localizaciones para asegurarse que recordaba cuanto le había dicho.
 — Esto es una locura— rezongó—. Lo pensé bien: no vas.
 — Creí que nos habíamos entendido— Odette lo miró con cara de esfinge antes de acotar en tono apenas molesto— Si lo hacemos como lo preparamos no habrá mayores problemas.
Marcel se mordió el interior de las mejillas antes de hablar. Como sigas usando ese tonito de maestra de escuela, te estrangulo.
 — Puedo hacerlo solo perfectamente...
 Ella meneó la cabeza como si tuviera que repetir la explicación a un deficiente mental.
— Pueden matarte perfectamente. Ya te lo dije: yo no te necesito para hacer esto, pero creo que si vamos juntos tendremos más posibilidades. Basta con no salirnos del libreto.
 — No estoy de acuerdo... ¡No vas y se acabó!
— Capitán Dubois— ella le lanzó una mirada de hoja de navaja—, es una orden.
 — ¡No me vengas con esa mierda...!
— Jurisdicción de la PDP. Asunto de la Brigada Criminal. Yo soy el oficial a cargo y yo doy las órdenes.
 Él encajó los dientes para no insultarla en público y ella sonrió complacida.
Te borraría la sonrisita con un buen par de tortazos.
 — Cada minuto que pasa nos juega en contra— Odette continuó—. Para tu tranquilidad, no tengo intención de pasar por heroína o hacerme matar por nadie de ahí dentro. La experiencia me volvió cobarde. ¿Vamos?
Sonaba a tregua y bandera blanca. Marcel asintió: lo mejor sería simular acatar las putas órdenes de mierda, en tanto encontraba la forma de llevar adelante la decisión que había tomado. 

**** 
— ¿Así que es conde?— Sulamit le preguntó al viejo, muy suelta de cuerpo—. ¡Uaaah! Nunca estuve cerca de alguien con sangre azul.
El viejo la miró glacial pero ella no se amilanó.
 — Cuando se lo cuente a las chicas, se van a morir de envidia: ¡en una limusina y con un conde!— dejó de prestarle atención y aplastó la nariz contra la ventanilla—. Daría todas las limusinas del mundo por tener a mi nene sano y salvo. Carajo, espero que ese grandote la cuide: ella me cae bien...
 Le echó una ojeada a Ortiz.
 — El otro chiquito es suyo, ¿no?— ante la sonrisa pálida del coronel, Sulamit continuó—. Estaba segura: se le parece un montón. Es lindo que los varones se parezcan al papá— siguió mirando por la ventanilla—. Cuando me pongo nerviosa hablo mucho — encogió un hombro —. Los van a sacar, ¿no es cierto? — miró a Ortiz con aprensión y con los ojos llenos de lágrimas.
 — Seguro: son los mejores en esto — afirmó el coronel.
 — Yo no quería hacerlo, se lo juro, pero JJ se me llevó a Leo, usted entiende, ¿no?— se mordió el labio. — Todo saldrá bien.
 Sulamit se retorció las manos y murmuró:
 — Cuando Leo vuelva a casa me voy a salir de esta mierda, lo juro por Dios... No sé de qué voy a vivir, je.
 — Podría buscarse un trabajo honesto — disparó el viejo sin mirarla.
— Mi trabajo es honesto— retrucó ella con ferocidad—. Todo el mundo sabe a qué me dedico: yo no le miento a nadie, no asesino, no robo y no secuestro chicos.
 Se encontró con los ojos negros del coronel mirándola fijamente.
— Tiene razón, señora.

 **** 
Janvier
Había hombres armados en las ventanas de los pisos superiores. Pueden hacernos mierda en cualquier momento a partir de ahora pensó Marcel con acritud y se enfocó con desesperación en el plan, para no pensar en todas las posibles fallas que podrían ocurrir. Ayrault podría llegar de imprevisto; alguien de ahí dentro podría conocer a ese Seoane; podría haber gente de Seoane en el edificio...Las posibilidades comenzaban a tornarse desagradablemente infinitas.  
Un tipo más grueso y algo más bajo que él se acercó a impedirles la entrada, con la mano en la parte de atrás del cinturón. Al ver a Odette, el sujeto sonrió mostrando toda la dentadura. 
— ¡Hola, nena! ¿Quién es este tipo?— lo miró desconfiado. 
— Él es Seoane. 
Marcel creyo escuchar una vacilación levísima en la voz de Odette.  
Janvier lo miró de arriba abajo y silbó.
— Creímos que llegaría mañana, señor— el tipo le franqueó el paso y se volvió hacia Odette— ¿Viniste a ver a tu mocosito?— la enlazó por la cintura y la estrujó contra él. 
Marcel decidió saltarse algunas líneas del libreto para apresurar la salida de Odette y evitar que las manos de Janvier siguieran camino abajo.
— Hay que sacar a los mocosos de este lugar. Está demasiado expuesto— lanzó una ojeada apreciativa a su alrededor y miró al hombre con altivo desagrado—. El crío es una pieza clave para el intercambio. Vamos a llevarlo a un lugar seguro. 
— Pero JJ... — Janvier receló. 
Marcel tomó a Odette por el brazo, la apartó con brusquedad sin mirarla, y se dirigió a Janvier en un tono que no admitía réplica: eran órdenes que debían ser cumplidas. 
— Hubo una filtración de información. No todos los hombres de Ortiz estaban en la casa y algunos estarían intentando llegar aquí— sondeó al tipo con su mejor cara de perro y largó el farol—. Los refuerzos prometidos por Ayrault no llegaron a tiempo.
 Janvier se quedó momentáneamente sin palabras.

 — ¡No puede ser!— explotó —. ¡Nuestra gente se está moviendo en los tiempos convenidos...! 
— No es lo que Schwartz reportó— lo interrumpió—. No hay tiempo para lamentarse: hay que moverse rápido y trasladar a los rehenes. La localización alternativa ya está en nuestras manos y Ayrault la conoce. 
Si yo fuera Seoane y quisiera aparecer confiable ante Ayrault, le ofrecería pruebas de hasta dónde estaría dispuesto a llegar en la traición a Ortiz. Darle a conocer los escondites que la Orden conserva en París sería una muy buena forma de hacerlo.
Sonó tan marcial que Janvier casi chocó los talones mientras asentía vigorosamente. Típico custodio, todo músculos y cero cerebro. Menos mal

Se cruzaron con un par de tipos que apenas les dedicaron una mirada: evidentemente, el uniforme de la Orden no era algo inusual en ese sitio. Marcel marchaba a la par de Janvier y dos o tres veces pescó la miradita cómplice del tipo hacia Odette; ella le devolvió una sonrisita tímida y el tipo deslizó la lengua sobre los labios. Marcel le dedicó una ojeada de desprecio y Janvier enrojeció, pero mantuvo los ojos y las manos quietos.
 Los chicos dormían juntos en una misma camita. Odette entró en puntas de pie y los despertó sin encender la luz, explicándoles que se irían a otra parte y sin mencionar nombres: si el hijo de Ortiz conocía a Seoane, ellos estaban fritos. 
Medio adormilados, los críos la confundieron con Sulamit. 
— ¿Voy a ir con mi papá?— llorisqueó Fernandito. 
— Sí, pronto irás con tu papi— Odette susurró en castellano.  
Odette cargó a Leo, que la llamaba “mami” y lo besuqueó; él levantó a Fernandito y al sentir el cuerpecito tibio de sueño contra el suyo, se le estrujaron las entrañas y casi tropezó. Dios, no nos abandones. Estas criaturitas no deben sufrir ningún daño. 
— Nos esperan en la calle lateral en una limusina negra. Adelántese a avisar— le ladró a Janvier, que corrió hasta la puerta y volvió. 
— Ya están ahí, señor. 
Cuando asomaron, la limo esperaba enfrente con el motor en marcha y las ventanilla cerradas. 
Marini saltó y corrió hacia ellos. 
— ¡Todo listo, señor!— aseguró el subteniente en castellano y le hizo una venia. 
El imbécil de Janvier se paró muy derechito y saludó a ambos. El subteniente tomó a los chicos en brazos, los metió en la limusina y se sentó de nuevo al volante.
Marcel miró la hora y recorrió con los dedos la hebilla del cinturón. Cristo, espero que de verdad funciones. Había activado el radiofaro cuando habían ido a buscar a Sulamit, estimando el tiempo que podría llevar detectar la señal y comenzar el rastreo. Si todo iba bien, Jumbo llegaría con la caballería. Si no... Jumbo, no me falles. Ni siquiera voy a darme el gusto de romperle el culo a Paworski si esta mierda no anda. 
El celular del cretino interrumpió sus cálculos. 
— Era el jefe— Janvier sacudió el aparatito—. Salió antes de la tele. Le dije que usted ya estaba aquí y está viniendo. 
Un escalofrío de decisión le recorrió la espalda. Será la mejor oportunidad que tenga. Deliberadamente ignoró la mirada de alarma de Odette.
— Excelente. ¡Janvier!— escupió y el otro casi se cuadró—. Lléveme a la oficina de Ayrault. Tenemos que rehacer algunos planes.
— ¿Qué...van a hacer con... mi chiquito?— Odette también improvisó furiosa—. ¡Usted dijo que me llevaría con él! ¡Dijo que yo iría con ustedes...!
No me odies, estoy tratando de sacarte de este antro. La ignoró y se dirigió a Janvier, señalándola con un gesto despectivo del mentón.
— Despáchela.
 — Ya escuchaste al señor Seoane, nena— el imbécil la tomó por la cintura—, tengo que despacharte. Janvier señaló una puerta oscura en el extremo del corredor —. Allí, señor.
 Marcel entró a la oficina obligándose a no volver la cabeza, pero no pudo aguantar más y se asomó ver al cerdo llevarse la mano a la cintura y tantear el arma, mientras empujaba a Odette hacia las escaleras. ¡Cristo! Este animal piensa cumplir la orden al pie de la letra. ¿Qué carajo hice?

(1) Protagonista de "Rain", de W.S.Maugham 
(2) "Vesre" francés para "flic" (cana) (Verlan, argot que invierte las palabras, al igual que en castellano del Río de la Plata)

martes, 10 de julio de 2012

La mano derecha del diablo - CAPITULO 41


PARIS, Xº ARRONDISSEMENT, DIEZ DE LA NOCHE DEL SÁBADO

Conrado Seoane paseó la mirada de lapislázuli por los uniformes azules y cada hombre se envaró levemente al sentir el peso de esa mirada.
— ¿Los autos?— preguntó.
— Ya están disponibles, señor— el responsable casi chocó los talones al responder.
— No son rastreables — afirmó más que preguntó.
— No, señor— el mismo hombre.
— ¿El contacto?
— Anulado, señor.
— ¿Cronograma?
— Dentro de los tiempos establecidos. El primer grupo toma posiciones a las 00:45. El segundo a la hora 01:00. Tercer grupo, a las 01:15. Todos en sus móviles. Cuarto grupo a pie, a las 01:30. El suyo es el último, señor, a las 01:45, también con móvil. Reagrupamos y nos desplegamos para asegurar las rutas de escape. A las 01:50, rutas bloqueadas. A las 02:00 inicia fase final.
A cada frase los hombres cabecearon un asentimiento.
— Chequeen las armas y los recorridos alternativos— en unas horas más, también Ayrault quedará anulado, pensó colateralmente. Se alejó de los hombres para ejecutar la movida siguiente. Prefería llevarla a cabo lejos de testigos, con la siempre válida excusa del procedimiento habitual de la Orden: "células que responden a un único superior; elementos que sólo conocen sus propias órdenes; compartimientos estancos cuyas informaciones corren por diferentes canales".
Antes de llamar, miró la hora. La casa ya debería estar tomada y el primer objetivo, cumplido: eliminar a Ortiz y sus oficiales de confianza. Del viejo se encargaría él personalmente. Schwartz debe haber organizado una carnicería. Bien, ahora le toca a él. Había aprovechado con habilidad el hecho de que la casa tuviera inmunidad diplomática y rango de embajada, y había fabricado evidencia de que se trataba de un grupo local vinculado con extremistas argentinos; el secuestro del chico sería la pantalla perfecta para cubrir lo que pasaría allí dentro.
Abrió la notebook y cliqueó el archivo encriptado con la grabación. Le había llevado menos tiempo que el que había calculado el componer el falso mensaje de pedido de refuerzos. A nadie se le ocurriría averiguar la verdad hasta que fuera tarde. Los hombres de Ayrault correrían en auxilio de los de Schwartz y los liquidarían, confundiéndolos con los hombres de Ortiz, debido a que la gente de Schwartz vestía el uniforme negro de la Orden, en lugar de los uniformes de la PN que el mismo Ayrault había conseguido, supuestamente para todo el grupo argentino. El Ejército del Führer había usado esa estrategia simple con excelentes resultados. Tampoco le importaba mucho quiénes sobrevivieran: sus propios hombres se encargarían de limpiarlos.
Conectó el modem, ingresó el código de llamada y lanzó el archivo con el mensaje, comprobando con placer perverso que había calculado bien las pausas. Una sonrisa fría le estiró los labios.
Mientras volvía a la sala de comando, tanteó el objeto-talismán en el fondo del bolsillo y antes de abrir la puerta lo sacó para mirarlo: un anillo de oro, grueso y con un sello curioso: dos caballeros montados a la grupa de un solo caballo. No era suyo: muy pocos miembros de la Orden tenían derecho a uno y él no pertenecía al círculo áulico. No todavía... Se lo puso y notó que le quedaba apenas grande en el anular izquierdo cuando extendió la mano para admirarlo. Hoy voy a vengar a la otra mano que lo llevó. La mano de su hermano mayor, que debió haber sido Freiherr[1] Friedrich Von Schwannenfeld pero que fuera conocido como Federico Seoane, nombre clave El Brigadier. Conrado Seoane apretó el puño. Esta noche.

ONCE DE LA NOCHE, A MITAD DE CAMINO ENTRE EL XVII° Y EL XII° ARRONDISSEMENTS

Ortiz hizo que Marini desactivara el localizador satelital de la limusina apenas salieron, y se alejaron en una carrera desordenada, del radio de detección de la última posición.
— Tenemos que ir a buscar al chico...— Odette comenzó y Marcel la interrumpió brusco.
— No uses el plural, no estás incluida en esto. En cuanto encuentre a Ayrault, habré encontrado al chico...
— ¡El chico estará muerto para entonces!— ella restalló.
— ¡No si actúo lo suficientemente rápido!— respondió casi a los gritos.
— ¿Podemos postergar tu gloria personal hasta que encontremos al mocoso?
El sarcasmo lo hizo estallar furioso.
— ¿Qué mierda te ofrecieron éstos a cambio del crío?— casi no podía contener las manos que se le escapaban asesinas, mientras la metralla de flashbacks le trastornaba el pulso: el hombre que se alejaba de la cama, ella y sus labios maquillados... "La perra lo traicionó..."
— De nuevo estás pensando con las hormonas, Dubois...— las manos de ella encerraron las suyas—. No hay ofertas de nadie. Lo único que hay es nuestro deber. Somos policías de la Brigada Criminal detrás de un asesino que tiene a un chico como rehén. Primero el chico; después, Ayrault.
Los latidos se le normalizaron: el contacto había obrado el milagro de devolverlo a la realidad. Odette siguió hablando sin soltarlo.
—Si nos movemos rápido, tenemos una oportunidad bastante razonable de recuperar al chico y de agarrar a Ayrault al mismo tiempo. Tengo una idea de cómo localizarlos. Si Seoane tiene pensado aparecer a las seis, hay que aprovechar el tiempo al máximo.
La presión en las sienes se alivió. Ella volvía a sacarlo del punto ciego y lo llevaba de regreso a su precario equilibrio, al obligarlo a enfocarse en problemas más urgentes.
— Lo siento, estuve grosera con eso de la "gloria personal"— se disculpó mirándolo a los ojos. Él meneó la cabeza.
Dios, dame fuerzas para resistir hasta hacerme cargo de la situación, es todo lo que Te pido. Por ella y por ese chiquito que no tiene culpa de nada. Inspiró lento y profundo mientras tejía su propia estrategia mentalmente. Cuando sintió que podía controlar la voz, preguntó:
— ¿Cuál es el plan?

XII º ARRONDISSEMENT, ONCE Y MEDIA DE LA NOCHE DEL SÁBADO

— ¿Adónde nos trajo, comisario?— preguntó el viejo, entre burlón y molesto—. Si no es el barrio de peor reputación de París, debe ser el segundo.
—Entonces conoce bien todos los barrios de mala reputación de París— retrucó Odette sin dedicarle siquiera una mirada de sorna— Ahí, — le indicó a Marini que detuviera la limo —. Y necesito un arma.
— ¿Un arma?— Marini la miró sorprendido.
— Por favor— replicó ella con cansancio—, debe haber un arsenal en la guantera.
Ortiz asintió y Marini le dio una Tomcat. Odette verificó el cargador, se bajó de un salto y cruzó la avenida. Varias chicas se acercaron a la limo con sus encantos en venta. Minutos después, Odette salió de un portón desvencijado trayendo a la rastra a una mujer, que metió a empujones a la limo.
— ¡Vámonos!
— ¡Suélteme, loca de mierda!— la mujer forcejeó.
— ¡Basta!— Odette la sacudió por el brazo—. ¿Cuánto te pagó Ayrault para que lo ayudaras a sacar al chico de Argentina?
— ¡No sé de qué habla! ¡Nadie me pagó nada!
— Sulamit, no vuelvas a mentirme, no estoy de humor— Odette siseó entre dientes—. Hace días que te busco. Me faltó nada más pedir que removieran la tierra de Vincennes y Boulogne para encontrar tu cuerpo. ¡No dejé a un solo commissariat en paz, pensando que esa bestia te había liquidado! Resultó que te habías ido de paseo a Buenos Aires sin tu hijo, que está tan enfermo que no va a la escuela, ni está en tu casa ni con nadie que te conozca. Y tengo más, preciosa— le encañonó el cuello mientras seguía hablando—. Ayrault secuestró a un chico de seis años y necesitó a una mujer como cómplice. Las fechas de tus ausencias coinciden con las del secuestro del chico. ¿Llamo a Migraciones y te hago deportar por sans-papiers y por usar pasaportes falsos, o mejor te encano por cómplice de homicidio?
— ¡Está inventando todo, boluda de mierda!— la mujer pataleó al borde de las lágrimas. 
Odette la agarró por el pelo y tiró para acercar la cara a la suya.
— Si no encontramos pronto al chico, lo va a matar, lo mismo que mató a tus amigas Ivanka y Nadia y a otras diez mujeres— masculló—. ¿Cuántas palizas soportaste, estúpida? ¿Durante cuánto tiempo más podrás “arreglártelas” y “manejarlo”, como alardeaste en el Quai? ¿Quién le explicará a tu hijo que Ayrault te asesinó a golpes como a las otras?
Se miraron a los ojos y la mujer se derrumbó.
— ¡Se lo juro, no me pagó!— sollozó la tipa—. ¡Se llevó a mi Leo... mi hijo!— se ahogó con el llanto—. ¡Me dijo que si no colaboraba, no volvía a ver a Leo... ! ¿Entiende? ¡Mi nene tiene cinco años! ¡JJ me juró que no le pasaría nada! ¡Que mañana por la noche Leo estaría en casa! ¡Mañana! ¿Entiende?— chilló histérica.
— Mañana...— Odette restalló con dureza— tu hijo estará muerto mañana, lo mismo que el otro chiquito. No serás tan inocente de creer que Ayrault piensa dejar testigos, y eso te incluye. ¡Quiero ayudarte y para eso necesito la información!
La otra se encogió, gimoteando.
— ¡No puede hacer nada! ¡Ese lugar, la Gulfjans, no hay forma de entrar sin que lo sepan! ¡Está lleno de vigilantes!
— ¿La... qué?— preguntó Ortiz.
— ¡Gulfjans... Ulf-ans, yo qué sé... !— Sulamit encogió un hombro mientras se limpiaba las lágrimas de un manotón.
Después de unos segundos, el viejo y Odette repitieron casi al unísono y se miraron, como sorprendidos en algo sucio:
Wolfsschanze.
— ¿Y eso qué mierda es?— preguntó Sulamit.
— “La guarida del lobo” de Adolph Hitler— aclaró Odette—. Qué adecuado. Qué imbécil. Sulamit, necesito saber con cuánta gente cuenta Ayrault en su Wolfsschanze.
La mujer negó con la cabeza. Odette insistió.
— No haremos nada que ponga en peligro la vida de tu hijo. Te lo prometo.
— ¡No sé! ¡A veces está llena de gente que va y viene pero últimamente, no sé, habría una docena de tipos...!
— ¿Es habitual que llames para saber cómo está tu hijo?
— No conozco ningún número...— se pasó el dorso de la mano por la nariz.
— ¡Dios santo, esta tipa no sabe un carajo! — Marcel se enfureció — ¡Estamos perdiendo el tiempo...!
— Me dejan entrar a verlo — aclaró Sulamit con simpleza.
— ¡Sólo un deficiente mental te dejaría entrar! — gruñó Marcel.
— ¡Oiga, con usted no hablo!— rezongó la mujer.
— ¿Quién te deja entrar?— insistió Odette sin hacer caso de los gruñidos.
— Janvier, el jefe de los custodios. Todo músculo y cero cabeza. Como éste— Sulamit señaló a Marcel con un sacudón desdeñoso de la barbilla y se ganó una mirada venenosa del aludido.
— ¿Te estás acostando con alguien más, además de Ayrault y Janvier?— Odette cambió prudentemente de tema.
— Oiga, yo...— la mujer frunció la boca.
— Si mi hijo estuviera en manos de Ayrault, yo me dejaría voltear por un batallón. ¿Con quién más, Sulamit?
— Sólo con Janvier. Él..., yo me porto bien con él.
— ¿Viste a algún tipo nuevo en estos últimos días?
— Había varios extranjeros. Me pareció que hablaban en español... Sí, estoy segura. Español.
— ¿Escuchaste algún nombre?— preguntó Marcel.
— No sé... puede ser— Sulamit se encogió de hombros sin mirarlo—. Oiga, yo no lo tuteo...
— ¿Alguien llamado Seoane?— él insistió de mal humor.
— JJ habla de él todo el tiempo. Es muy importante, parece...
— ¿Y lo viste en la Wolfsschanze entre los tipos nuevos?— Marcel interrumpió, impaciente.
— No, a él no. Otros. Pesqué algunos apellidos alemanes, pero no hablaban alemán.
— No, seguro que no— Odette miró de reojo al viejo—. El Abwehr[2] de Buenos Aires.
Los ojos de hielo la fusilaron pero el viejo se tragó lo que iba a decir.
— ¿Cómo es ese Seoane? —Marcel le preguntó a Ortiz.
La descripción parecía hecha a medida de Marcel.
— Dubois, el papel es tuyo— dijo ella—. Será más sencillo de lo que pensé.
— Por supuesto porque nada más necesito que esta mujer nos diga dónde queda el búnker de Ayrault, me hago pasar por ese Seoane y...
— ¿Y cómo entrarías sin identificación? Te matarían antes de alcanzar la puerta. Tiene que ir alguien a quien conozcan y que no les resulte peligroso o amenazador. Sólo así te dejarán entrar también.
— ¿Tengo que ir con él?— interrumpió Sulamit, asustada.
— ¡No!— Odette sacudió la cabeza—. Yo voy en tu lugar.
— ¿Qué? ¡No lo puedo creer!— Marcel se quedó con la boca abierta.
— Dubois, no habrás creído que pondría en peligro la vida de un civil— Odette sonrió con un dejo de ironía.
— No me vengas con ese discursito de mierda. ¡Cristo, la última vez que hiciste algo así, casi te...!
Se miraron y la frase inconclusa quedó flotando en el aire. “Casi te mato”, ibas a decir, pensó ella. Marcel desvió los ojos y se mordió el labio.
— Casi...— ella cabeceó un asentimiento leve—. Esta vez es diferente.
— ¡Un carajo! ¡No tenemos cobertura de ninguna clase, no conocemos el terreno, no...!
— Vamos a arruinar todo si no lo hacemos como digo—aseguró Odette—. Puedo hacerlo sola, pero preferiría que vinieras conmigo. Hacemos buena pareja trabajando— aunque sea la única cosa buena que hacemos juntos, agregó para sí. 
Marcel farfulló algo ininteligible.
—Tomo eso por un “sí” — dijo Odette, dando por terminada la discusión.



[1] Barón
[2] Servicio Secreto alemán durante la 2° Guerra Mundial