POLICIAL ARGENTINO: La dama es policía - CAPÍTULO 19

sábado, 3 de enero de 2009

La dama es policía - CAPÍTULO 19


PUERTO DE MONTE CARLO, FINES DE LA TERCERA SEMANA DE NOVIEMBRE
—¡Te dije que no vinieras hoy! —Muammar le gritó enfurecido a la mujer llorosa que se acurrucaba en un extremo del sofá, en el camarote el capitán. Tenía ganas de golpearla, puta estúpida. Respiró hondo buscando dominarse. Tranquilo. La necesito. Inspiró dos veces más para recobrar la calma y se acercó a ella.
—Querida, te ruego que me perdones. Estoy muy nervioso... — ¿Cómo mierda me la saco de encima? Le tomó las manos y se las besó, rozándole las palmas con la punta de la lengua.
—Pero, mi amor... —balbuceó ella—. Yo... te lo juro... no quiero molestar — contuvo un sollozo.
Muammar cerró los ojos para no estallar de nuevo mientras ella hipaba.
—Hoy es un día tan importante... Hace cuatro meses que estamos juntos...
Negociemos; se sentó a su lado, la abrazó y la besó.
—Mi vida, mi princesa, no me olvidé, pero estos pesados insistieron en que cerráramos los acuerdos esta misma noche. Quieren volver a Iwata lo antes posible. Es una operación muy grande, mi amor... — claro que es importante, y si no te vas ya mismo, vas a joderme todo el negocio —.Te prometo que mañana mismo soltamos amarras y nos vamos a Grecia.
Ella dejó de hipar y lo miró con los ojos azules enormes, muy abiertos. Es tan hermosa como imbécil.
—¿Una miniluna de miel? —preguntó, ansiosa.
—Sí. Y al regreso hacemos el anuncio. Te lo prometo —la besó apasionadamente, sujetándola contra su cuerpo.
Podía sentirla pegada a él, cada curva del cuerpo espléndido debajo de la seda italiana de su vestido de firma, y sin querer se excitó. Ella era su pasaporte al jet set europeo. Con ella se aseguraba la alfombra roja en cada palacio, cada embajada.
Por un tiempo, hasta que se acostumbren a mi presencia. Hasta ahora me soportaron más que nada por mis pozos de petróleo. Dependen de mí, insectos, para que sus centrales termoeléctricas de mierda iluminen sus castillitos de juguete. Dependen de que mi guita vulgar y demasiado burguesa les compre sus hoteles de lujo en bancarrota, para seguir aparentando que pueden despilfarrar lo poco que les queda, mierdas aristocráticas.
—Por favor, muñeca, ya te lo expliqué. Los japoneses son muy particulares. No negocian delante de mujeres. Sus esposas ni siquiera cenan con ellos, mucho menos en reuniones de negocios. Si te quedaras, tendrías que encerrarte en algún camarote, y no quiero que te humilles de esa forma con estos tipos. No mi princesita — la besó y ella frunció la nariz —¿De acuerdo?
Ella se le pegó todavía más, ronroneando. La erección le estaba molestando dentro del calzoncillo.
—Sí... pero mañana...
—Mañana —la besó de nuevo con la boca abierta.
Para colmo me deja caliente como un carnero en celo. Llamó a los guardaespaldas. Filippo se detuvo respetuosamente en la puerta del camarote luego de golpear, con la vista baja.
—Acompañen a Su Alteza hasta el hotel.
Filippo asintió y se apartó para dejar salir a la mujer. Se quedó en cubierta despidiéndola, mientras ella lo saludaba desde la limusina. Ella no había terminado de cerrar la ventanilla cuando de otra limusina se apearon tres japoneses trajeados a la última moda de Milán, y subieron rápidamente por la planchada.
Me gusta este Filippo, Muammar meditó colateralmente mientras recibía a sus huéspedes. Callado, serio, cumple todas las órdenes. Cualquier orden. El trabajo de Andreazzi fue muy limpio, sin víctimas adicionales. Así aprenden estos imbéciles que se niegan a negociar en mis términos. Vamos a ver si podemos confiarle cosas de mayor envergadura.


Después de asegurarse de que la mujer se hubiera encerrado en su habitación —le había dejado dos sobres con polvo de primerísima calidad y ella había intentado darle una propina espléndida que él rechazó cortésmente—, Filippo bajó al lobby del hotel a hacer la llamada, antes de regresar al puerto.
Marcó el número de Roma y, cuando le respondieron del otro lado, se limitó a decir:
—Kazuo Nakamura —y cortó.


—Nakamura-san, éste será uno de los negocios más exitosos que haya hecho en los últimos tiempos— estaba a punto de palmearle el hombro cuando recordó lo reacios que eran sus huéspedes a ese tipo de manifestaciones. Todavía no son tan occidentales.
—Usted también ha cerrado un buen negocio, Muammar-san — retrucó Nakamura mirándolo directamente a los ojos.
—Sin duda. Juntos podemos hacer muchas cosas importantes.
La red de distribución de Nakamura Steel Industries en todo el sudeste asiático era perfecta para la operación. Sin contar con las filiales que estaban abriendo en los Estados Unidos. No habían conseguido un socio tan conveniente en el Lejano Oriente hasta ahora. Y yo lo presenté. Mérito todo mío. Los embarques estarían a disposición en una semana; Jacques se lo había prometido. Nakamura estaba ansioso por recibir la mercadería y había insistido en la posibilidad de embarcar directamente en Colombia, despachando a través del canal de Panamá. Jacques no quería arriesgar, no fuera cosa que se robaran el contacto. Finalmente los japoneses habían consentido en triangular los primeros embarques y luego continuar a través de Panamá. Para ese entonces, los tendremos bien agarrados de las pelotas, pensó Muammar, satisfecho. Conociendo a Nakamura, el regalo que estaba a punto de hacerle valía para él más que los embarques colombianos. "Los vicios de mis socios me cuestan fortunas", se había quejado a Jacques, que, como siempre, se encogió de hombros ante el sutil pedido de rebaja. "No insista, Muammar —le había espetado severo—. Tenemos el mercado cautivo y los precios los ponemos nosotros".
—Tenemos que diversificar las inversiones —comentó Nakamura mientras él permanecía en silencio, y se rieron estruendosamente. Se sorprendió de que el japonés le palmeara el brazo. Hoy estamos de lo más occidentales. Parece que el polvo de buena calidad relaja las costumbres ancestrales.
—Tengo un obsequio muy especial para usted. Sólo para conocedores —le dijo cuando los otros dos que acompañaban a Nakamura volvieron al hotel.
La cara del otro se coloreó ligeramente y las aletas de la nariz se le dilataron con placer anticipado. Carajo, y yo estoy solo ,pensó Muammar. Podría irme al hotel y... No, mejor me quedo y vigilo de cerca. Además, mañana nos vamos a Grecia; no puedo dejar nada fuera de lo común a bordo. Voy a tener que ser un poco más cuidadoso con ella. La última vez que jugamos, la dejé marcada. No queremos herir las susceptibilidades de la realeza.


Nakamura entró en el camarote que Muammar le había asignado. Escandalosamente lujoso. Se desnudó en la antecámara y del maletín sacó sus juguetes favoritos. Quiero un barco como éste. A la mierda con el conservadurismo de mi honorable padre. Tengo el dinero para pagar no uno, sino dos cruceros. Un barco para cerrar negocios y dedicarse al placer. La combinación perfecta. Acarició las correas de cuero con temblorosa anticipación. Ah, Europa, Europa, no puedo dedicarme a estas diversiones en Iwata. Entró en el dormitorio, y el terror que vio en los ojos de la mujer lo excitó todavía más.

Muammar se acomodó en la enorme cama de su camarote y encendió la pantalla del circuito cerrado. Hijo de puta, es un artista. El primer orgasmo lo tuvo cuando vio la sangre, pero el más violento lo tuvo cuando Nakamura la mató.

IWATA, MAÑANA DEL DÍA SIGUIENTE
Shige Nakamura respondió al teléfono con una desagradable premonición. Del otro lado, le pasaron el mensaje que sospechaba recibiría, pero no por eso sintió menos dolor. Se tragó las lágrimas y se encerró en su dormitorio durante dos días. Al tercer día, se levantó en silencio, rebuscó en el baúl exquisitamente tallado e incrustado en nácar que era el único adorno de su estudio y sacó todo lo que necesitaba. Se vistió para la ceremonia y fue a inclinarse ante el altar familiar de sus antepasados. No oyó entrar a Midori, que se arrodilló a su lado también en silencio, sin contener las lágrimas. Sin hablar su esposa se retiró, dejándolo solo. Shige regresó a su estudio y se sentó a esperar, con la espada cruzada sobre las piernas.

¿Si un hombre ve a alguien que actúa mal y no hace nada para detenerlo, cómo puede seguir llamándose hombre? Filosofía samurai
El chofer llevó a Kazuo directamente desde el aeropuerto hasta la casa de su padre. Carajo, pensaba ir primero a mi casa. Su madre lo recibió y le entregó la vestimenta tradicional. ¿Este color? Está bien. Hoy el viejo samurai está temperamental. Le queda poco. ¿Cuánto más va a vivir? Nakamura Steel Industries necesita sangre nueva y negocios nuevos. No pudo contener una sonrisa de satisfacción. El antiguo Imperio está a punto de terminar. Cuando entró en el estudio de Shige no le sorprendió encontrar a dos amigos del viejo, vestidos a la antigua usanza. Sí, en cambio, le sorprendió la presencia de dos hombres a los que no conocía. Ambos lo flanquearon, le sujetaron los brazos y lo obligaron a arrodillarse.
—¡Padre! —gritó— ¡Padre...!


PARÍS, PRINCIPIOS DE LA CUARTA SEMANA DE NOVIEMBRE
Tan pronto como cortó la comunicación con su madre, Auguste pidió que le consiguieran el ejemplar de Le Monde. La noticia ocupaba los titulares. Buscó en el obituario hasta que encontró el mensaje. Tienen los brazos largos, carajo. Debido a una operación que había causado un revés menor al holding, Kazuo Nakamura, vicepresidente en ejercicio interino de la presidencia de Nakamura Steel Industries, se había suicidado en casa de su padre. Con gran dolor, Shige Nakamura volvería a asumir la dirección de los destinos de NSI hasta la mayoría de edad de su nieto Toruo, que ocurriría el año siguiente. Una rata menos de que ocuparse. Cuando Odette llame esta noche, voy a darle la novedad.

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